El canciller austriaco Alfred Gusembauer en una de esas fotos que alguien le debió aconsejar que evitara
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8 de Julio.- Estos han sido los días que ha durado la “gran coalición” social-conservadora. Ayer por la mañana, el vicecanciller Molterer le comunicó a quien debía (esto es: al canciller Gusembauer y al jefe del estado austriaco, Fischer) que la cosa no daba para más. Han sido casi dos años en los que el país ha estado paralizado.
Los conservadores querían forzar unas elecciones anticipadas, y se han dedicado a conjugar con contumacia el verbo “to no” que es el que se utiliza cuando uno quiere paralizar la labor de un rival que está atado de pies y manos. La cosa ya empezó mal, cuando el canciller Gussembauer, para desesperación de sus votantes, entregó a los conservadores el control de los dineros a través del Ministerio de Economía. A partir de ahí, empezó la marejada en Centroeuropa.
Pronto se vio que conservadores y socialistas formaban un compuesto político sumamente inestable. Fuera del parlamento, los medios afines al SPÖ destaparon sucesivos escándalos, relacionados con la compra al por mayor de cazas de dudosa utilidad para un país oficialmente neutral (caso Eurofighter) mientras que los medios conservadores contraatacaron con el caso Bawag y la presunta incompetencia de las ministras. A soplamocos limpio, vaya.
El desgaste de la figura del canciller Gusembauer ha sido brutal (cuando ayer, en el ZIB, se quejaba de los “insultos personales” de que ha sido objeto, no le faltaba razón); aunque los conservadores tampoco han salido demasiado bien parados (decir a todo que nones tampoco es que dé demasiado buena imagen).
Los socialistas decidieron hace unas semanas cambiar de candidato ante la perspectiva de unas elecciones anticipadas que se inutían cercanas ante lo insostenible de la situación. Optaron por una cara nueva, Faymann, un señor que viene de la política vienesa y que fue aupado al gobierno nacional por el propio Gussembauer, que le nombró Ministro de Infraestructuras. Los conservadores seguirán confiando en el vicecanciller –un presunto hombre de paja del antiguo líder conservador Schussel- para afrontar una campaña electoral que todo el mundo presume que será como la del elefante que decíamos ayer: larga y dura.
¿Y quién gana? Ante el desgaste de las opciones mayoritarias, las minorías se preparan para hipotéticas coaliciones de gobierno. Cada una a su estilo: los verdes, soporífero, y los chicos de Strache, con el estilo chulángano a que nos tienen acostumbrados. La semana pasada HC (Strache) el amigo de los niños, concedió una entrevista a un prestigioso semanario en la que decía verse a sí mismo con unas posibilidades quetecagas para ser el perejil de todas las salsas (a las personas sensatas se les pusieron los pelos de gallina). Lo bonito era el reportaje fotográfico, francamente. Como del Hola. Strache es un hombre que se tiene por guapo, y ejerce de tal ante cualquier aparato capaz de captar imágenes. Tanta sonrisa profident, tanto gesto de “qué interesante soy, por Diossss, no me beso porque no llego”, la verdad es que daban un poco de dentera.
Por otra parte, lo bueno que tienen estas cosas en Austria es que, al estar toda la vida política concentrada en tan poco espacio (geográfico otrosí que demográfico) la ORF te organiza en un pispás unos programas especiales que da gloria verlos.
Ayer noche, mi Ingrid Turnher se montó una Runder Tisch con los cuatro columnistas influyentes del país (tres hombres y una dama, que se “usteaban” con versallesca frecuencia).
Fue la cosa en un plató como de tele local española, con mucho cableado por el suelo. Una cosa como, in illo tempore, era “La Clave” de Balbín. Solo que sin humarazo espeso de cigarros y sin vasos de Chivas. Todo como muy recogidito, muy de andar por casa. Más que “Runder Tisch” (o sea, mesa redonda) el programa se hubiera debido llamar “mesa camilla”; porque eso y no otra cosa fue aquel presunto duelo de plumas: una tertuilia de las de café con leche y pastas Reglero (aquí, Manner Schnitten) a cuenta de los dimes y diretes de la política transalpina.
Las elecciones serán en Septiembre, si Dios quiere, a la vuelta de este que no será asueto veraniego. Dios dirá qué pasa para entonces. Pidámosle a la deidad competente, entretanto, una mayoría capaz. Sea de quien sea (o casi). Para que no tengamos que volver a pasar por otras quinientas jornadas de viacrucis.

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