Por debajo de la realidad, a veces, se transparenta España.
Son pequeños detalles. Por ejemplo: ayer, en el semanario alemán “Bunte” –el equivalente al Hola español y a sus diferentes retoños internacionales- aparecía un utilísimo artículo destinado a las damas teutonas en el que se explicaban unos rudimentos de protocolo a la hora de tratar con testas coronadas. Estoy seguro de que las amas de casa de Dresde ensayaron, en la intimidad de sus salas de estar, la reverencia que el articulista recomendaba. También debieron de copiar (ahí voy yo) la de la mujer cuya foto ilustraba el artículo: nada más y nada menos que Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, Presidenta de la Comunidad de Madrid que, enfundada en un restallante tailleur verde lima, se inclinaba graciosamente ante una sonriente Doña Sofía.
El artículo venía a cuento de que la novia del príncipe Alberto de Mónaco -ese ser- tuvo ocasión de confraternizar con las Reales Personas (de la Monarquía Española) en cierto palco de los juegos olímpicos de Pekín y, sin duda influida por el ambiente más bien rojales que se respira en la capital china, se había saltado el protocolo –el famoso spanisches Hofzeremoniel que traía de cabeza a la suegra de Sissi- y le había palmeado a nuestra reina las regias espaldas; campechano gesto que nuestra soberana apreció en su justa medida, mostrándose correcta y sonriente con la novia del que nos chafó la oportunidad de celebrar los juegos de 2012.
Unas páginas más adelante, el simpático “Bunte” se hacía eco de una polémica con enorme alcance internacional, un problemón que amenaza con enturbiar nuestras relaciones con la república presidida por la canciller Merkel: bajo un retrato de tita Cervera (el “Bunte”, con un poco de mala leche, aclaraba que la viuda de Heini Thyssen, “se hace llamar “baronesa””) se encontraba un texto que explicaba que, la ex lady España, y ex esposa de Lex Barker (que también tiene que ver con Austria, pero lo contaré otro día) se halla peleada con su consuegra, a cuenta de la nieta que comparten. Y es que, señoras y señores, hasta en las dinastías museísticas cuecen habas.
La revista tomaba partido, cómo no, por su paisana. Porque la consuegra de Tita Cervera, la protectora más enjoyada del arbolado madrileño, es alemana, aunque resida en Barcelona.
Más ecos: resulta que, el otro día, fui a tomarme unos chatitos de vino a un heuriger; tras unos cuantos spritzer, salió la conversación de “La jaula de las locas”, cuya versión austriaca está interpretando con gran éxito Alfons Haider (recuérdese: en lo que se convertirá Jesús Vázquez cuando descubra la cirugía estética). Haider es un actor bastante competente que, con germánica eficacia, parece ser que está haciendo una versión bastante aceptable del clásico francés que Broadway adoptó (La calle of folles, a Sain-Tropez tradition ¡Cage of folles! You loose each inhibition). Esto trajo a la memoria de los circunstantes –algunos con las piernas tapaditas con una manta para caballos debido al fresquito reinante- una obra de teatro que se llama, si yo no lo escribo mal “Katzenzungen” (o sea, lenguas de gato) que se transmitió por la ORF en los sesenta y que (ahora lo sé) se puede adquirir al nada módico precio de 24 eurazos.
Quién lo iba a decir.
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