Es más que probable que tú, sobrina, andando el tiempo, te encuentres en la misma situación y espero que, para entonces, hayas encontrado al mirlo blanco que acepte que tú ganes más y que tu vuelo profesional sea más firme y seguro. En mi generación, por lo menos, no hay demasiados hombres así. Nos dieron un barniz de igualitarismo muy superficial y, aunque las mujeres universitarias ya son mayoría, seguimos practicando una suerte de corporativismo a la hora de seleccionarlas para puestos de responsabilidad.
Desgraciadamente, Ainara, tratar estas cuestiones suele convertirse casi siempre en una excusa para la demagogia, cuando no para la más completa de las idiocias.
Creo, en cualquier caso, que mi opinión al respecto no es nada extrema, así que te la expondré lo más honradamente que sepa, como de costumbre. En general, he tenido una relación correcta pero más bien fría con mis jefes hombres. En cambio, me he entendido fenomenalmente con mis jefas. Principalmente porque hay cosas que he visto hacer a mis jefes que jamás haría una mujer. En una empresa en la que trabajé, por ejemplo, se seleccionó un puesto de cierta responsabilidad por el método casting. El entrevistador, la entrevistada de espaldas, y el resto de los directivOs de la empresa detrás de una puerta de cristales que la candidata no podía ver, dando su visto bueno o rechazando a aquellas postulantes con las que Dios no se portó muy bien.
En otra empresa, solo se contrata para cierto departamento a mujeres solteras y de tal a tal edad. El momento de la boda es el momento de su despido. Las mujeres que no están contaminadas por estos sistemas asquerosos son flexibles, fiables, generalmente mucho más listas que sus homólogos masculinos. Es muy raro encontrar un caso femenino de lo que se llama “la patá p´arriba”. O sea, el inútil ese al que se le da un despacho porque no vale para nada mejor. Se me puede objetar que, por probabilidad estadística, hay muchas menos mujeres en puestos de responsabilidad (menos candidatas a ser unas inútiles) pero también los raseros con que se juzga a las mujeres son mucho más duros.
Ahora bien, Ainara, si encuentras a ese hombre algún día, convéncele (y convéncete) de que estas cuestiones son solo superficiales –aunque ayuden a la felicidad-; ponte el mundo por montera y disfruta de tu vida.
Besos de tu tío.
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