Como cuando el día 11 de Septiembre de 2001, dos aviones de pasajeros se estrellaron contra las torres del World Trade Center de Nueva York. Como cuando dos años más tarde en Madrid murieron más de doscientas personas por unas bombas en unos trenes de cercanías. En aquellos momentos, yo sabía que estaba contemplando algo que tendría que explicarle a mis nietos (o a mi sobrina). Ahora, también me lo dice el corazón.
Ainara, mi mundo se está derrumbando en cuestión de días. La economía de los Estados Unidos se ha venido abajo como un enorme edificio comido por la aluminosis (¿Sabras tú, desde tu remoto refugio del tiempo lo que era el cemento aluminoso? Recuérdame que te lo explique algún día).
Que esto haya sucedido es tanto como decir que el poder geopolítico de Estados Unidos se está resquebrajando rápidamente. Porque el poder, querida niña, es el dinero. Y sin dinero, no se puede pagar el poder, que es un lujo muy caro. Ni la influencia cultural, que va detrás de él. Los Estados Unidos de América y, por ende, los Estados Unidos de Europa, están dejando de ser el centro desde el cual se toman las decisiones del mundo. La catástrofe está siendo de proporciones cataclísmicas y va más allá de la simple depresión económica. Ojalá fuera sólo un fin de ciclo. Es en realidad, estoy convencido, el fin de una civilización.
Es, qué duda cabe, un momento peligroso. Al final, como casi siempre, no pasará nada en apariencia pero las consecuencias de este movimiento serán irreparables.
Tu tío, Ainara, lee la Biblia de vez en cuando. Hay un fragmento del evangelio según San Mateo que ilustra muy gráficamente esta sensación de perplejidad ante el azar que sobrecoge al animal humano frente a los momentos trascendentales; y que vale para ilustrar también qué pasa cuando está sucediendo el fin del mundo y nadie reconoce los síntomas.
Escucha, sobrina:
Me gusta especialmente la imágen de las dos mujeres moliendo “una será tomada y otra será dejada”. No sabemos qué pasará a partir de mañana. No sabemos qué agitaciones sociales, de imprevisibles consecuencias, traerá esta profundísima crisis económica, provocada por el pensamiento de que se puede crear riqueza a partir de la ingeniería financiera.¿Qué nos queda? ¿Cómo será la faz del mundo que tú conocerás, una vez las aguas hayan encontrado otros cauces por los que discurrir? Aún es muy pronto para saberlo.
Lo que está claro, sobrina es que, desde pequeño, yo supe que iba a ver el fin del mundo. Me temo mucho que mis temores se han confirmado.
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