Si la cosa se hubiera detenido en la emotiva rueda de prensa que Petzner dio para explicar las circunstancias de la muerte de Haider, su actitud doliente (y a todas luces “inapropiadamente emocional”, como la describen sus críticos) hubiera pasado desapercibida. Se hubiera disuelto en el hondo choque que dejó al país paralizado durante todo el fin de semana de autos. Pero no fue así y, desde entonces Petzner, mal asesorado, o quizá llevado por la ingenuidad, no ha dejado de hacer declaraciones en las que, con contumacia, ha ido metiendo la pata hasta el corvejón. Entre sus errores ha estado el dejar al descubierto cosas que, bajo el criterio de hipocresía impenetrable que mantiene en equilibrio a cierto tramo de la sociedad austriaca, mejor hubieran estado ocultas.
La situación del pobre Petzner, un chaval sin muchas luces rodeado de una jauría de lobos babeantes, es conmovedora para cualquiera que tenga dos ojos en la cara. Al margen, naturalmente, de que lo que este chico representa como político te levante una sarna incontenible. Como dijo Sabina de la pobre Isabel Sartorius: “No era princesa, pero era persona”; palabras suficientes para cualquier buen entendedor.
Entretanto, en el BZÖ ya se alzan las voces clamando por la destitución fulminante del viudo oficioso el cual, mientras tanto, sangra lentamente de mostrador en mostrador, ante una copa de schnaps en que se ahoga su dolor. Lo malo es que las filas del BZÖ andan más bien claras en lo que a candidatos disponibles se refiere. Bien por demasiado duros (fachas, vaya) o bien por demasiado bobos, que no se sabe que es peor, los pretendientes no resisten el examen menos riguroso. A pesar de todo, entre estos políticos ratés van descollando dos hermanos que en su día propusieron (ironías de la vida) que el límite de velocidad en las carreteras austriacas fuera elevado hasta los 160 Km por hora. A la hora en que esto escribo deben de estar afilándose los dientes para hincarlos en el frágil cuello de Petzner.
Mientras tanto, durante el día de ayer, siguieron los movimientos dentro de lo que parece el núcleo duro del partido naranja: la región de Carintia. Para sustituir a Haider al frente del BZÖ de esa zona se ha fichado al señor Josef Buchner, influyente empresario hotelero de la región. Con los votos de Petzner, por cierto, que ha elogiado (suponemos que con los clínex húmedos en la mano) al recién elegido.
Fuentes aborígenes consultadas no le dan a Petzner más que un par de meses para ser pasto de humoristas sanguinarios. A mí, la verdad, no me gustaría. En el pecado, el pobre, lleva la durísima penitencia.
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