Aquí no se tira nada (que la cosa está muy mala)
25 de Octubre.- Una de las constantes de la manera de ser austriaca es su amor por las cosas antiguas, y su disposición a conservarlas siempre y cuando no molesten (porque nunca se sabe lo que puede pasar). En Viena, los búnkeres antiaéreos de la Segunda Guerra Mundial se usan hoy para otras cosas (la Haus des Meeres, el acuario de Viena, por ejemplo) y, como estas grandes (y horrorosas, por cierto) edificaciones, se conservan otras cosas. Al visitar una casa austriaca de una cierta antigüedad, siempre hay espacio para la sorpresa.
Por ejemplo: hoy he ido a ayudar a mi amigo H. a transportar algunos muebles. Como al que madruga Dios le apoya, hemos quedado a las nueve y cuarto de la mañana. Al llegar, le he pillado en el tendedero de su casa (en el desván del edificio) y, mientras él tendía sus trapillos, yo he curioseado por los recovecos polvorientos y, tras de un muro de carga, he aquí lo que me he encontrado. A primera vista, he pensado que era una cocina económica, de aquellas en las que aún cocinaban nuestras abuelas. Pero H. me ha aclarado que se trataba de una lavadora. O, mejor dicho, de un lavadero. Las dos tapaderas de arriba esconden dos cubas de cinc y las puertas de metal servían para meter leña o carbón en el caso de que se quisiera lavar con agua caliente (que, en invierno, seguro que se agradecía).
H. también me ha explicado que, en el campo, estas tinas también servían para contener la sangre de la matanza del cerdo y para hacer todo tipo de labores relacionadas con la confección de embutidos.
Cuando he preguntado que por qué seguía aquello allí, otro aborigen presente se ha sorprendido y ha argumentado que aquello no molestaba nada.
-Además, nunca se sabe cuándo se va poder volver a necesitar.
Como diciendo ¡Cualquiera sabe a dónde nos va a llevar la crisis esta!
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