A pesar de eso, no le tengo especial manía a los fumadores, aún después de haber tenido que sufrir en Mundo Perdido a un trío de compañeras que tiraban humo como las chimeneas de una central térmica. Dicho esto, hablemos del estado de la cuestión en Austria: a pesar de las directivas comunitarias, el estado austriaco ha dado todas las largas posibles a la elaboración de unas leyes que unificasen la situación de la República Alpina con la de, por ejemplo, sus vecinos italianos (que cuentan con unas leyes antitabaco tan estrictas como las españolas). En los bares austriacos se fuma a troche y moche y, salvo algunas protestas provocadas por los vetustos sistemas de ventilación, a todo el mundo le parece normalísimo. Que yo sepa, sólo nos quejamos mi amigo A., que por su trabajo no puede estar mucho rato en entornos ahumados, y este servidor, que sigue sin poder entender que la gente fume en sitios en donde se come. Un hábito a la misma altura de cochinada que esa costumbre, típicamente austriaca, que permite a los dueños de canes pasar con el chucho a cualquier restaurante.
Cuando le explico mi opinión a los aborígenes, me miran como si fuera marciano. El tema de los perros no lo entienden (me salen siempre con esa costumbre española, afortunadamente en retirada, de tirar al suelo de los bares las cabezas de las gambas) y, en cuanto a lo del tabaco, me espetan que estamos en una economía capitalista y liberal y que les asiste la sacrosanta libertad de producirse cánceres y edemas como les salga de los güeven.
Pues bien: el estado aborigen elaboró (por fin) una normativa que establece que debe de haber separación física entre los lugares destinados a los fumadores y los que ocupamos aquellos que queremos disfrutar de un aire libre de tóxicos. Las reacciones, como dice el tópico, no se han hecho esperar: un empresario hostelero de mi barrio –dueño de un grupete de restaurantes elegantes- ha llevado al Gobierno a los tribunales, alegando que la norma, no sólo viola las libertad del comerciante de hacer en su local (otra vez) lo que le salga de los güeven, sino que, tal como está, es incumplible. En Alemania, una demanda del estilo tuvo éxito, y el gobierno Merkel se vio en la necesidad de modificar la ley por un fallo del Supremo teutón.
Los que nos preocupamos de la salud pública (que es la nuestra y también de las que hacen ricos a las tabacaleras) esperamos con ansiedad la decisión de los tribunales austriacos. Como dice Maria José Campanario, en el caso de la trama de pensiones ilegales en la que está imputada:
-Creemos en la justicia.
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