
El más madrugador, el del Museums Quartier, ya ha levantado el cierre, pero los preparativos van a todo trapo para que este fin de semana pueda abrir el más turístico (y el más caro, achtung, turistas): el de la plaza del ayuntamiento.
Se me olvidó decir el otro día, por cierto, que antes de ayer, el día 11 a las once y once, empezó en Austria y en todo el Deutscheraum el carnaval. El carnaval o Fasching se solapa con la navidad (o, más bien, se ve interrumpido por las pascuas). Los aborígenes, aparte de ponerse ciegos de bollos rellenos con sabrosa mermelada de albaricoque (una repostería que, como decía mi abuela q.e.p.d. se pega al riñón) también se dedican a ir de baile. Y así, mientras los vecinos del norte celebran esta época de relajo con máscaras (Colonia, por ejemplo) los austriacos desempolvan los esmókines y los tiros largos para desgastar el parquete de los salones a ritmo de vals y foxtrot.
El carnaval, como todo el mundo sabe, termina el miércoles de ceniza y justo el último miércoles antes de que don Carnal la palme y vuelva la ceñuda cuaresma, se celebra en Viena el baile anual de la ópera que este blog te cuenta desde que existe (el blog, obviamente, no el baile).
En resumen, queridos y queridas, que se nos avecinan unos meses agotadores en los que bailaremos hasta caer rendidos, y sorberemos bebistrajos calientes que nos ayudarán a obrar mejor que el All Bran popularizado por la ínclita Elsa Anka (ese gluhwein con el que tantos ciudadanos de esfínteres remisos se quitan pesos innecesarios). Pasaremos frío en lugares húmedos calentados con hogueras alimentadas con maderos mojados y, en resumen, reeditaremos esas frases que, en el verano, nos parecían condenadas al baul de los recuerdos. Verbigracia:
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