A mí no se me puede entender sin mis amigos e incluso, en lo que te puede parecer una contradicción, sigo manteniendo amistad con gente que piensa que ya no es amiga mía, porque siempre cabe la posibilidad de que los ofuscamientos sean pasajeros (aunque duren años) y que el que hoy deja de quererte mañana se eche atrás.
Si de algo me acuso es de que, con relación a mis amigos, he ejercido algunas veces las argucias del coleccionista. Algunas amistades mías son producto de una decidida premeditación por mi parte. No quiero que creas sin embargo que mis móviles han sido materiales, sino, en todo momento, de una decidida índole espiritual.
Con la edad, sobrina, descubrirás que uno de los pocos lujos que el ser humano puede darse impunemente es el de la buena conversación ¡Y existe tan poca gente con la que se pueda tener una conversación informativa, rica, divertida, ligera o profunda!
Por eso, cada vez que en mis cercanías he localizado a alguien con ese potencial, me he acogido al conocido refrán de la buena sombra que te cobija debajo del buen árbol: lo que la gente nos enseña gratis no tiene precio.
A cambio de eso he intentado con toas mis fuerzas (aunque sin conseguirlo siempre) remover los obstáculos que nos convierten en islas. Procurando ser cariñoso, comprensivo, srvicial y atento; respetuoso y educado, discreto y colaborador. Siempre he querido que nadie pueda decir que no me encontró si me buscaba y, cuando los inevitables roces se han producido, he intentado reaccionar con toda la nobleza que me ha sido posible (algunas veces más y otras, desgraciadamente, menos porque tu tío no tiene ninguna madera de santo).
De todas formas, sí que tengo que confesarte que yo, que podría haber ganado hace años cualquier campeonato mundial de paciencia, cada vez tengo menos. Quizá porque soy consciente de que el tiempo de que dispongo es limitado (con suerte, entre ochenta y noventa años, y ya he consumido un tercio). Me resigno cada vez menos a que la gente me cuente sus películas más por motivaciones bastardas (generalmente meterse con un tercero) que porque de verdad aprecie mis consejos o necesite alguna ayuda mía. Cada vez más tengo tentaciones de hacerme una camiseta con aquella frase que un conocido representante de artistas madrileño tenía encima de la mesa: “No me cuente usted su vida”.
En esto, como en todo, supongo que la clave es la selección. Una cuidadosa decantación de tus amistades y una decidida apuesta por la calidad (que empieza por uno mismo) te ahorrarán muchos momentos desagradables. Al fin y al cabo, esa es una de las metas de la vida ¿No te parece?
Besos mil de tu tío que no te olvida.
Deja una respuesta