Es como el tocinillo del jamón. Recuerdo que, cuando era pequeño, lo que menos me gustaba era esa cintilla blanca de grasa que queda en los márgenes de las lonchas de jamón serrano. Pero ha sido ir haciéndome un adúltero, y ahora, en mi modesta opinión, una loncha de jamón sin tocinillo es cual un jardín sin flores (para que luego digan que yo, desde este blog, fomento la anorexia).
Pues Raphael es igual. Cuando eramos más jóvenes (Rapha y yo) no podía con él pero, desde que estoy aquí, la voz de Raphael es para mí uno de mis orgullos nacionales. Como si dijéramos, la esencia de la españolidad.
Así que yo le pedí al Christkind que me trajera el disco nuevo de Raphael, que se llama 50 Años Después, en el que el diestro de Linares canta a dúo canciones de otros artistas con los cantantes que las popularizaron.
El disco, a pesar de que el amor que le profeso al de Martos es absolutamente ciego, tiene algunos momentos que hubieran jusitificado que se llamase como este post. Particularmente, el primer corte, en el que un Serrat gotoso y un Raphael galloso hacen una versión de latilla y organillo Casio del vibrante clásico Cantares. A mi Rapha, le salen unos gallos un poquito sonrojantes, la verdad.
Sin embargo, hay otros dos momentos en los que se ve justificada la fama de Raphael. Uno se tiene que quitar el sombrero ante:
A) El dúo con Rocío Jurado. La voz de LMG (La mah Grandeh) está enlatada, pero Raphael hace una segunda voz en el estribillo de la canción que es un prodigio de inteligencia y de dominio de la voz.
B) El dúo con Bisbal. Cantan, naturalmente, Escándalo. Bisbal cambió la historia del pop español en la final de la primera Operación Triunfo. Tiene talento, tiene voz y, sobre todo, es un jornalero de los escenarios que se traga lo que le echen. Rapha y él hacen una versión de Escándalo que mola, porque lo que el viejo aporta en experiencia el joven lo resuelve en ímpetu.
Todavía no he visto el making of del disco –DVD con 105 minutos que viene adjunto– pero el libro es una delicia.
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