Pero lleno de ventajas. Sin darnos cuenta aprendíamos los dos a ponernos en la piel del otro, y descubríamos que las verdades absolutas se restringen al corralito de la ciencia. Ante una opinión, siempre se puede encontrar otra igualmente plausible sin que la lógica sufra demasiado y no hay adversario tan errado de cuyo discurso no se pueda aprovechar algún retal. Como resultado, me temo mucho que tu padre y yo tenemos escachifollada para siempre la capacidad de desarrollar convicciones monolíticas (tan útiles, que hasta las personas de más seso caen en la tentación de tenerlas). Esta manera de ser resulta especialmente inútil en una sociedad como la española la cual, a nada que hay cuarto y mitad de controversia, goza en dividirse en bandos irreconciliables. Ya se sabe: se reunieron los íberos y tuvieron un ligero intercambio de impresiones. Somos el país del mundo, Ainara, que más gueras civiles ha sufrido en los últimos doscientos años.
Creo que no digo ningún disparate al afirmar que tu padre y yo consideramos la capacidad de dudar como una parte muy importante de la decencia (y aún más, de la buena educación). Quizá también por cierto pesimismo congénito que nos lleva a pensar, como ya te he dicho alguna vez, que este mundo es dificilmente mejorable y que el hombre, como especie, es brutal, torpe y fundamentalmente estúpido; somos el único animal que es capaz de una maldad consciente y, lo que es peor, que ni siquiera nos reporta beneficios. Con estos antecedentes, Ainara, ¿Cómo no dudar? ¿De dónde se saca la fuerza para no ser escéptico?
Posiblemente, las vidas de los que tienen convicciones como bloques (y, por lo tanto, muchas veces, espadas como labios) tienen mucho más colorido y más sabor. Indudablemente deben de ser ordenadas construcciones hechas de profecías autoconclusivas. Yo sólo puedo imaginar estas existencias desde fuera porque, siempre que la vida me ha puesto en el brete de elegir entre la fe ciega y la pretensión de cierta ecuanimidad, la elección ha estado clarísima.
La verdad, como decía aquella serie de televisión, está ahí fuera. Lo que pasa es que está muy escondida.
Besos de tu tío Paco.
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