La maestra con la que yo hablaba estaba muy baja de ánimos, e incluso pensaba seriamente en buscar otro trabajo, al no poder ofrecerles a sus alumnos, a partir de septiembre, la calidad que ella considera necesaria.
En la calle, los austriacos opinan, como casi en todas partes, que los maestros son unos privilegiados que trabajan muchas menos horas que los demás y se benefician de un cerro de vacaciones. En el fondo, lo que subyace es la opinión de que, como con los periodistas, los seleccionadores nacionales de fútbol, los directores de televisión pública o los presidentes del gobierno (por no hablar de los tertulianos políticos) el de maestro es un trabajo que puede hacer bien cualquiera a nada que se ponga un poco.
En cualquier caso, mola un país en el que la educación es un problema sobre el que se discute y que provoca controversia. Mola que los resultados del informe PISA –cuando son geniales y cuando flojean un pelín- sean asunto que se trate en los medios de comnicación. Mola un gobierno que, sea del partido que sea, se propone (aunque no lo consiga) mejorar la educación a nada que se detecta un problema mínimo.
Pero si yo fuera profesor, ¿Me molaría trabajar cinco horas más a la semana?
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