La otra noche, la segunda de la ORF puso un reportaje que yo, como inmigrante y como curioso, no pude dejar de ver. Rememoraba una campaña muy polémica del año 1973 en la que se echaba en cara a los aborígenes el ser racistas con los pobres Tschuschen.
Se preguntaba el reportaje qué habría pasado con los hijos de aquellos Gastarbeitern que habían dejado Estambul o Varsovia para vivir en Austria.
La respuesta fue bastante sorprendente, en mi opinión: a 35 años de distancia de aquellas imágenes en blanco y negro, se mostraba que las cosas habían cambiado poco o de manera muchísimo más lenta de lo que hubiera podido pensarse. Positivamente feliz sólo salía una familia de raíz croata cuyos hijos (cuarentones ahora) habían conseguido no sin estrecheces obtener un título universitario y convertirse así en algo más próspero de lo que habían sido sus padres.
Con los turcos la harina era de otro costal: la mayoría de los viejos nunca había conseguido aprender alemán (por incapacidad, por desidia, por orgullo o por las tres cosas a la vez) y muchos seguían viviendo en sus míseros pisos de las hoy mortecinas zonas fabriles. Los hijos, treintañeros, seguían sintiéndose híbridos en una tierra en la que no se sentían acogidos pero que tampoco parecían aceptar muy bien. Sonreían, eso sí, cuando se les pinchaban sus declaraciones infantiles de 1973 en las que, con infantil inocencia, como si formara parte del plan que rige el Universo, exponían el programa de vida que era el credo de sus mayores: a saber: permanecer unos años en Austria y luego volver a Turquía para casarse con una musulmana de ojos negros, fiel practicante de las enseñanzas de Mahoma.
Los matrimonios mixtos entre turcos y austriacos siguen siendo raros. Se mostraba, como para dejar un botón, el caso peculiar de un risueño otomano casado con una tirolesa que parecía estar encantada de la vida. Tenían unos niños que habían crecido (así por lo menos lo pensaban ellos, y así lo creo yo también) aunando lo mejor de los dos mundos.
La chavalería, sin duda, era la parte más sorprendente del reportaje: a pesar de haber nacido aquí, los profesores se enfrentaban con los hijos a los mismos inconvenientes que habían tenido que salvar con los padres: para muchos hijos de padres turcos el alemán es una lengua extranjera que tienen que aprender “desde fuera” como si hubieran aterrizado antes de ayer en Schwechat.
En este caso, las políticas de integración puestas en marcha en los setenta han dado resultado solo a medias.
En una de las zonas obreras de Viena existe un proyecto similar. Los habitantes del barrio ya han convocado manifestaciones frente al ayuntamiento.
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