La mía fue, durante mucho tiempo “Luz de Luna” (Moonlightning). Se emitió en 1987 en TVE, primero los domingos por la segunda cadena –supongo que para ofrecer a la vida inteligente que aún quedara en el país algo más que fúmbol- y luego los jueves por la noche, después del telediario.
Cuando la cálida voz de Al Jarreau interpretaba la elegante canción que aún siguen pinchando de vez en cuando en la radio austriaca, el corazón se me subía a la garganta y sentía un hormigueo en la palma de las manos parecido al que años después, perdida la inocencia, asocié a mis amores de adolescente.
Recuerdo el episodio piloto de Luz de Luna como una de las horas y medias más felices de mi vida.Por eso había vacilado mucho antes de comprarme la serie en DVD. Muchas cosas que nos entusiasmaron durante la era Reagan/Bush senior, hoy nos producen la ternura de los trabajos manuales que hacíamos en las clases de pretecnología. Cosas torpecillas, que sólo tienen el encanto de traernos a la memoria lo que alguna vez fuimos: niños con los dedos llenos de pegamento Imedio.
Pero el miércoles, tras pensármelo tres veces, decidí pagar los 25 euros que costaba el pack. Di mi clase de español, llegué a casa, desempaqueté la cosa, metí el disco en el reproductor y comrpobé con alivio que, salvo algunas cuestiones técnicas menores (luces, una cierta igualdad física de todos los actores secundarios) el episodio piloto de Luz de Luna sigue siendo, en mi opinión, el mejor de la historia de la tele. Es una película de una hora imedia, en realidad. Con un excelente guión y dos actores (Willis y Shepperd) en estado de gracia. Los dos rezuman tensión sexual que se enraiza en las fibras más inteligentes del humor. La realización es elegante y completamente clásica. Los guiones brillantísimos.
Con los años, a mi disfrute se han añadido otros dos factores llamemosles adultos: en primer lugar, el de poder escuchar las voces originales de los actores (en español, Bruce Willis fue doblado por Ramón Langa, que hizo su fortuna con ello; y Cybil Shepperd por Gloria Cámara, que también dobló, por ejemplo, a Connie Selleca en la serie Hotel). Pues bien: mi sorpresa fue que Cybil Shepperd tiene una voz preciosa, superdulce, femenina y muy sexy (la de Gloria Cámara tampoco está mal, pero no es lo mismo; por ejemplo, la artificial perfección del doblaje anula los matices superpijos, tiernamente pijos, que Shepperd da a su interpretación).
También, el hecho de haber construido yo ficciones de mayor, me ha permitido ver que el guión de Luz de Luna tiene todos los trucos de siempre, pero empleados de manera novedosa y rabiosamente elegante. Citando al Salieri de Amadeus: si se toca una frase, el equilibrio sufre sensiblemente. Si se mueve una escena, la estructura se desmorona como un castillo de naipes. En el episodio piloto, por ejemplo, la presentación de los personajes es, sencillamente, modélica. La manera tan sencilla, tan inteligente y tan rápida en que el personaje de Bruce Willis se da a conocer, sin parar en ningún momento el curso de los acontecimientos es, simplemente, abracadabrante.
Soy consciente de que estos detalles sólo le interesarán a quienes, como yo, hayan intentado alguna vez escribir un diálogo entre dos personajes. Sin embargo, lo que le interesará a todo el mundo es esto: al volver a ver Luz de Luna volví a sentir en mí esa alegría que sólo se siente la primera vez.
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