28 de Mayo.- Cuentan que Louis B. Mayer, jefe de producción de la Metro Goldwin ídem, cometió uno de sus pocos errores al rechazar comprar los derechos de “Lo que el viento se llevó”diciendo:
-¿Pero quién pagaría por ver una película sobre la Guerra Civil?
Hasta hace bien poco, la película que cuenta las aventuras de Scarlett O´Hara y las vicisitudes de su singular furor uterino (por no hablar de su apego a los bienes raíces) ha sido la película más taquillera de la historia. Lo sería todavía si el dinero recaudado pudiera verse en su valor real de 2009. Naturalmente, no es lo mismo lo que pagaba un espectador de 1939 por entrar en el cine que lo que paga un espectador setenta años después.
Lous B. Mayer rechazó comprar los derechos del libro de Margaret Mitchel porque temía la reacción de algunos colectivos –especialmente el de las personas de color (negro)- y es que, bajo su apariencia de señora romántica, la Mitchel había utilizado en su novela un lenguaje que les hubiera provocado un alipori a los amantes de lo políticamente correcto.
Lo que el Viento se Llevó, sin embargo, fue una de las últimas películas que, explotando la guerra civil americana, ganó dinero. En los años cincuenta, la MGM intentó repetir la jugada con El Arbol de La Vida, protagonizada por Liz Taylor y Monty Clift, pero la verdad es que ni el material base le llegaba a la suela del zapato al Viento, ni Liz Taylor era Vivien Leigh.
Pero en los ochenta, con Reagan y Bush padre en la Casa Blanca, todo parecía propicio para que la tele se convirtiera en ese difusor de valores patrióticos que el cine americano ha sido siempre. Y así nació Norte y Sur.
Basada en los librotes de John Jakes –North and South y Love and War– era una gran superproducción que dejaba en mantillas cualquier cosa hecha hasta la fecha sobre el tema. Un mamotreto lleno de estrellas del viejo Hollywood –era fácil, aún vivían y algunas estaban semiretiradas- y con una historia capaz de enganchar hasta a los corazones más pétreos.
Dos familias: los Hazard y los Maine, dos concepciones de la vida y del derecho laboral (esclavos contra trabajadores en nómina), un amor imposible y varios cientos de toneladas de tópicos. Desde el zorrón sureño que se tira a todo lo que se mueve a la sombra de los magnolios, a los amos malísimos de la muerte que le dan de latigazos a la pobre criada esclava porque se le ha caido al suelo una cucharilla de plata. Cabalgatas a la luz de la luna, escenas de sexo blanco en capillas abandonadas (sí: el sexo blanco es posible en América del Norte), plantaciones algodoneras que se levantan de los desastres de la guerra al grito de que nunca jamás volverán a pasar hambre, y fábricas metalúrgicas norteñas que enseñan a vivir con alegría el lado más calvinista de la vida.
Norte y Sur merecería la pena sólo por esto. Pero es que además la merece por los personajes de la trama. Todo el que fue algo en la tele de la década siguiente, estaba en Norte y Sur. Empezando por Kirstie Alley que hacía de Virgilia Hazard, antiesclavista fanática (tirando a rojilla y a putorcio) que pronto dejó las crinolinas para convertirse en camarera de ese bar en donde todo el mundo sabía tu nombre y el de Ted Danson. Actualmente, después de haber hecho cine con John Travolta la verdad es que su carrera ha caido en picado en proporción inversa a lo que han subido sus kilos (la mujer está hecha el camión de la carne).
Otro que nos impresionó siendo malvadísimo fue Phillip Casnoff, que encarnaba a Elkanah Bent. Ese hombre con un oscuro secreto que se dedicaba a hacérselas pasar canutas a Orry Main y a Will Hazard en la academia militar de West Point.
Por cierto, el padre de Bent en la ficción lo hacía Gene Kelly, con esa sonrisa un poquito tontona que se le pone a todos los actores de musical cuando no tienen que cantar o bailar (la misma que le ha puesto a Paul McCartney, por cierto). Elkanah Bent era un malo al que se le coge simpatía. Porque, joé, él se lo curraba para llegar a ser algo en la vida (mayormente en la vida de West Point), pero en una serie de fondo tan ultrancoservador como Norte y Sur, los pobres no prosperan. Y si son hijos ilegítimos, menos todavía.
Cuando echan al pobre de Elkanah de West Point todos sabemos ya que su venganza será terrible y, aunque nos da miedito por los héroes, nos da lastimilla. Porque, con toda la suerte que tienen Orry Main y Will Hazard, ¿Qué les cuesta a los guionistas de la serie hacer que Bent sea un poco más feliz?
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