Ella, él y sus millones (La viuda alegre /Die Lustige Witwe)


21 de Junio.- Ayer por la tarde estuve en una representación de La Viuda Alegre, en la VolksOper (¿Ópera popular? bueno, algo así). El Coliseo que da al Gürtel (abajo) tiene una programación muy variada centrada, generalmente, en la Opereta y en el Musical (esta temporada por ejemplo, Guys and Dolls); es un teatro que está situado en una zona popular de Viena y que, por cierto, y según me enteré ayer (cosas de mi primo N. y de su mujer, que son cinéfilos empedernidos) sale en una de las pelis de Timothy Dalton como James Bond. Por supuesto, no dicen que es Viena. En la peli figura ser la Ópera de Bratislava (si es que la hay).

El edificio data de los tiempos de la Monarquía bicéfala, pero sospecho que, a lo largo de los años, ha ido sufriendo variaciones y reformas para adaptarlo a los nuevos tiempos.
Este balcón, particularmente, situado en un barecillo coquetón que hay en el primer piso, es el que sale en la peli Bond.

Yendo a lo nuestro: La Viuda Alegre es una opereta de Franz Lehar que se estrenó en 1905 y que, desde entonces, goza de un enorme éxito (o sea, que se sigue representando: en Austria, uno de los últimos montajes ha sido en el Festival de Mörbisch). La trama es un poquitín arrevistada: en París, se sabe que la viuda (Hanna) va a casarse con un francés arruinado y que retirará sus millones del banco central Pontevedrino (cuya central no está en Galicia, por supuesto, sino en Pontevedro, un reino centroeuropeo imaginario). El embajador de Pontevedro decide evitar la ruina del país acudiendo a los servicios del Conde Danilo, un seductor profesional, para que conquiste a la viuda, se case con ella y así los millones permanezcan donde deben: o sea, en la caja fuerte del banco de Pontevedro.
Así, se suceden un par de números memorables, varios adulterios en los que nunca llega la sangre al río (es un decir) y varios cientos de chistes picantones a la moda del novecientos (o sea: mucha erótica del tobillo y mucho cancán).
Este corte pertenece a la representación de Mörbisch (lo mismo que el que encabeza estas líneas). Y en él se puede ver que, si se quiere, se puede montar La Viuda de una forma espectacular.
La representación de ayer fue entretenida pero la verdad es que un conde Danilo un poco acabao (el segundo por la izquierda) le restaba credibilidad al tema. No debe de ser fácil lo de enamorar a una viuda pontevedrina mientras estás tratando de que no se te note la barriga bajo el frac.
En cualquier caso, los que nos atrevimos, canturreamos y dimos palmas al ritmo del vals y del cancán. Mu bonito, vaya.
Cuirosamente, en esta representación había muchos niños que se lo pasaron fenomenal, por cierto. A ver si mi sobrina crece un poquito más y la aficiono a esto de la opereta…
Pd: Se me ha olvidado decir que, en alemán, lo que nosotros llamaos “estar de Rodríguez” (o sea, estar ausente el marido o la mujer de forma transitoria del domicilio conyugal) se llama “Die Lustige Witwe zu Sein” (ser “una viuda alegre”).

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Comentarios

2 respuestas a «Ella, él y sus millones (La viuda alegre /Die Lustige Witwe)»

  1. Avatar de JOAKO

    Es una asignatura pendiente el interesarme mas por la opera y aledaños…pero es que estoy tan seguro de que me apasionará y me robará tiempo que tengo reparo de empezar, de momento me conformo con la escucha de Cd´s de divas/os , osea selección de árias, una vez leí que en su tiempo la gente en las operas solo se callaba cuando llegaban las árias, durante el resto de la
    representación se dedicaban a “socializar”, así que no lo haré tan mal…

  2. Avatar de Paco Bernal

    Hola!
    Y no sólo eso: hasta muy al final del siglo XIX, la representación, tanto de teatro como de ópera, se daba con la luz de sala dada. De manera que era poca la gente que escuchaba la música. Yo no soy ningún entendido en ópera, no te vayas a pensar. Lo que pasa es que viviendo en Viena es bastante inevitable terminar yendo a la ópera o al ballet.
    Recuerdo que la primera vez que fui a la ópera fue porque un conocido nos regaló entradas. Mi pobre madre y yo nos tragamos el Sigfrido de Wagner. Vamos, que al salir, decíamos como la Jurado (q.e.p.d.) aquello de !Más nunca vuelvo al AVE! Pero volvimos, a ver cosas más ligeritas, gracias a Dios.
    Un abrazo

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