El Palo y otros cuentos

15 de Julio.- Querida Ainara: uno de los descubrimientos más perturbadores de la vida es el de la propia libertad.
En la infancia, es fácil: le damos con el balón al jarrón de porcelana de la abuela, mamá saca la zapatilla, nos da un par de pescozones en el culo y ya está. El sur se nos queda dolorido, pero la conciencia como una patena. El reo ya ha pagado su culpa.
Pero llegan los años en los que la libertad empieza a saborearse como un aire fresco y entonces un día, por probar, cogemos con dos deditos el jarrón de porcelana y lo dejamos caer. Se hace añicos. Esperamos. Esperamos. Esperamos otro poco más y no pasa nada. Y ahí, las personas se trastornan.
Libres de la tiranía de la zapatilla materna, hay una parte que hace cosas malas pero se siente fatal. Porque, Ainara, una vez que cualquier bicho medianamente inteligente ha aprendido que un estímulo lleva aparejada una respuesta, es difícil que se le olvide. Para apaciguar a estos, la parte más perspicaz del rebaño inventó eficaces sustitutos a los que yo, genéricamente, llamo “El palo”. El palo se ha llamado Inquisición, Milicia o Partido (con los fascismos antiguos y modernos, de derechas y de izquierdas). Los hombres también han usado la religión (y no sólo las de raíz cristiana) para convencer a otros hombres de la existencia de una especie de Policía Ultraterrena que premia a los sufridos buenos y castiga a los que se empecinan en cargarse los jarrones de porcelana ajenos. Yo, Ainara, no puedo hablar por los mahometanos ni por los budistas, pero basta con echarle un vistazo a cómo va el mundo para darse cuenta de que, mi Dios y el de mis padres, como policía es un desastre.
De todo lo anterior, Ainara, se derivan algunas otras consecuencias que saltan a la vista para cualquiera que tenga dos ojos en la cara. La cohesión de un grupo y su suficiencia,y su durabilidad, depende mucho del mecanismo cohercitivo que hayan conseguido instalar sus dirigentes.
Todo “palo” Ainara, conlleva una ortodoxia (no sé si me sigues). Y los líderes de los grupos en los que te toque estar a lo largo de tu vida llevarán mal que les toques la ortodoxia, porque para ellos significará que quieres echarle mano a su liderazgo. Así, a los quince años, si no quieres tener problemas, te declararás rendidamente enamorada del cantante de moda (aunque pienses que es un poco mariquita, o que tiene la nariz grande). A los veinte, asegurarás querer que el color caqui se ponga de moda entre los dirigentes de América Latina (aunque pienses, como yo, que el caqui se presta especialmente al bananeo y al culto a la personalidad); cuando empieces a trabajar, te adherirás a los objetivos de la organización sin condiciones, aunque pienses que “esta dirección es una ruina que nos lleva a la suspensión de pagos”. Y así, sucesivamente. Tu vida será sosa, pero tendrás menos problemas tontos.
El poder, Ainara, es imbécil por definición.(Aunque, como todos los tontos, el poder también es peligroso).
Podrás así dedicarte a ser tú misma sin peligro; a regirte por una ética en la que prime la decencia, el cuidado hacia otras personas, cierta ironía, mucho escepticismo pero, sobre todo, toneladas de sentido del humor.
Besos de tu tío.

Publicado

en

,

por

Etiquetas:

Comentarios

2 respuestas a «El Palo y otros cuentos»

  1. Avatar de amelche

    Ni se te ocurra pegarle un zapatillazo, aunque sea flojo, a Ainara por romper el jarrón de la abuela, que te encierran, te multan y te quitan la patria potestad (O la “tía potestad”, en tu caso.) Fíjate cómo ha cambiado la copla desde que éramos niños…

  2. Avatar de Paco Bernal

    Hola!
    Y joé, cómo picaba la zapatilla. Mi madre tenía unas azules con la suela amarilla, así como de esponja…Sólo la usaba en casos de travesura extrema, pero madre mía…Yo, a pesar de estas medidas cohercitivas, sigo pensando que, ante determinadas conductas, un azote en el culo (“que es carne muerta” decían cuando éramos pequeños) y pones al crío más tieso que un ajo.
    Aunque mi padre tenía otro sistema mejor: te daba un tirón de los pelos de las patillas y aquello era “refinitivo” totalmente (además, de absolutamente inofensivo para el reo).
    De todas maneras, con mi hermano y conmigo usaron poco estos métodos, porque éramos buenísimos (modestia aparte).
    Saludetes 🙂

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.