3 de Julio.- Ayer no hubo post de Viena Directo, así que no pude contar que Markus Rogan, para tristeza de todas las que lo desean en silencio, estaba en el hospital en Roma debido a una manta de guayas que le soplaron en una discoteca de la ciudad del Tíber (concretamente, y como no podía ser de otra manera, en Ostia).
El pobre Markus no debe de estar pasando por sus mejores momentos. A los 27 años (o sea, un kind) el dios de las piscinas había decidido retirarse de la competición tras el último mundial, pero no para iniciar una rutilante carrera cinematográfica, como Weissmuller, sino para convertirse en empleado de banca en los Estados Unidos. En los últimos campeonatos romanos el as del agua clorada no ha conseguido ni una medalla, ni una final, ni una copa de la vida ni nada de nada y, para colmo, ha terminado con un ojo a la funerala.
Según el puerta de una discoteca cercana ,testigo presencial del altercado, el bueno de Markus estaba como una cuba cuando se puso a bailar con una botella rota (en las manos) en mitad del local. Esta circunstancia convertía a Rogan en un peligro para sí mismo y los demás, razón por la cual los porteros de la discoteca (esos ángeles de la guarda, esos veladores sin descanso por el bienestar ajeno) no tuvieron más remedio que reducirle y, por el camino, ponerle la cara como un pan.
Cuando sus amigos del equipo austriaco de natación recuperaron al pobre Markus (borracho y con más palos encima que una estera) se apresuraron a llevarle a una clínica romana (privada, natürlich). Allí, tras examinar al nadador con los medios más modernos (le hicieron un TAC, cómo le verían) los médicos declararon, para alivio de la afición transalpina que, fuera del previsible resacón, Rogan sólo estaba magullado.
Angelico.
Por cierto, ayer por la tarde recibió el alta.
Los calores que ayer se abatieron sobre Viena, convirtiéndola en un caldero hirviente, se han aplacado un poco (en gran parte por la tormenta que cayó a última hora).
Siempre que hace estos calores, se acuerda uno de Marilyn en La Tentación Vive Arriba. Su personaje combatía la calina neoyorkina metiendo la ropa interior en el congelador. Como a mí, la gelidez en contacto con algunas partes sensibles de mi cuerpo saleroso, me molesta un poco, me limité a ducharme mucho. Aún así, causas de fuerza mayor me obligaron a planchar (la situación se había hecho ya insostenible) y a cocinar un par de tortillas de patatas. Ambas obligaciones me resultaron todo lo refrescantes que el lector se puede imaginar.
Suerte que existen los DVDs (para lo de la plancha; la tortilla la tuve que hacer a palo seco). Mientras me convertía en el enemigo más acérrimo de las arrugas estuve viendo un thriller que se llama Zodiac; sobre un asesino en serie de los Estados Unidos que, lo que son las cosas, escapó impune. Es una peli un poco larga (incluso para la plancha) y, como no hay escena final en la que el tunante vaya a la cárcel, la cosa se queda un poco en coitus interruptus. Pero los actores están bien. Particularmente, el moreno de Brokeback Mountain, ese hombre de carrera insumergible ya que ha sobrevivido
a) al desgraciado hecho de guardar un notable parecido con el vaquero de Toy Story,
b) al bigote postizo más horroroso de la historia del cine (en BBM, precisamente) y
c) a las peripecias del cambio climático en The Day After Tomorrow (una peli ideal también para darle a la vaporosa).
Con la fresca, y aprovechando la presencia en Viena del amigo T., lector asiduo de este blog, y mientras los primeros relámpagos plateaban el horizonte, estuvimos en el triángulo de las Bermudas (o Bermuda Dreieck), zona de marcha de Viena en la que turistas y aborígenes intentamos refrescarnos.
Se consiguió sólo a medias.
Markus tiene esta cara cuando gana medallas (foto:www.kurier.at)
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