Pleitos tengas y los ganes

Juan Torres, el querellante, ante la sede de la empresa que, supuestamente, le despidió por ser homosexual (foto:www.elpais.com)

18 de Agosto.- Ayer leí en el periódico una de esas noticias que, de no estar en estas fechas de canícula y soponcio, nunca hubiera tenido ocasión de conocer. Por lo visto, según varios diarios de Madrid, se ha admitido a trámite la primera querella en España por injurias homófobas.
A tenor de la información aparecida en los periódicos (aireada hábilmente por la parte acusadora, sospecho) los hechos fueron así: en la sede barcelonesa de una multinacional austriaca (Gartner KG) el jefe –austriaco- envió un correo a la central al objeto de que se despidiese a dos empleados por su condición de homosexuales. Antes, presuntamente, los había sometido a meses de acoso. El jefe, no sólo escribió en su informe que “había tenido el placer de leer (sic) todos los correos electrónicos privados intercambiados por la pareja y que su contenido era increibilemente guarro” ( otro sic) sino que, además, tachó a sus dos subordinados de enfermos (según El País utilizó la palabra alemana Kranken) e instó a la dirección a que se los pusiera de patitas en la calle. Pues bien: presuntamente, después de cubrirse de gloria de esta forma , imprimió el correo (¿Para…?) y lo dejó en una fotocopiadora de modo que uno de los aludidos pudo leerlo y presentar la correspondiente denuncia. Cosa que, naturalmente, hizo.
(Por cierto que, entre la presentación de la denuncia y los hechos que narramos medió una etapa que ningún medio explica bien, pero que terminó con el despido de los dos empleados. Dado que los dos, según la querella, tuvieron que recibir la baja por depresión y que a nadie se le puede despedir estando de baja, suponemos que fueron apartados de su puesto de trabajo cuando se reincorporaron a él).
El ejecutivo austriaco, como Maria José Campanario o Pipi Estrada, dice estar tranquilo y confiar en la justicia. Aduce en su defensa que nunca podría tachársele de homófobo con dos argumentos que dan un poco de penilla, la verdad: a) que él tiene muchos amigos homosexuales –que se presenten en el jucio a la voz de ya- y b) que si hubiera sido homófobo no hubiera aguantado (sic) diez años en Barcelona (!)”. Como si Barcelona fuera Kabul o Bagdad o como si en Barcelona no hubiera legionarios de Cristo o numerarios del Opus Dei o, simplemente, personas que consideran a los homosexuales errores de la naturaleza producto de desafortunadas combinaciones genéticas.
El caso, que amenaza con enturbiar las tersas relaciones hispano-austriacas, plantea algunos interrogantes que me gustaría que mis lectores considerasen:
-El ejecutivo: sabía (?)que estaba haciendo algo, como poco, turbio –a no ser, claro, que para él todo esto fuera negocio de todos los días, y ya estuviera acostumbrado-; en fin: supongamos que este hombre, llevado por sus vaticanos ideales, decide acometer este acto de denuncia deplorable. Y no se le ocurre otra cosa que a) hacerlo por escrito;b) imprimir (!) el correo y c) dejárselo en la fotocopiadora. La verdad es que, como infractor, en la guardería no aprendió los mínimos rudimentos.
-Los afectados: que han sido durante bastante, supuestamente, subordinados de semejante individuo y han tenido tiempo para saber de qué pie cojea a) se intercambian correos personales en horas de trabajo –todo el mundo sabe que, en España, las cuentas laborales se rastrean y se leen y además hay jurisprudencia que así lo autoriza- y b) se cuentan sus findes de jolgorio utilizando las direcciones de correo electrónico de la empresa y en horas en que deberían estar dedicados a otros menesteres –en vez de trabajar, vaya-.
El afectado español, en declaraciones a El País, afirma sin tapujos que quiere que echen a su ex-jefe por haber cometido un delito de discriminación, revelación de secretos y acoso laboral.
Ahora bien: sin entrar en quien pueda tener la razón –aunque es de justicia que, si el directivo de Gartner atentó contra la dignidad de sus subordinados sufra las oportunas consecuencias legales– a mí me parece bastante sintomático que El País no recoja las declaraciones del austriaco como hacen otros diarios.
Todos los lectores de mi blog saben la simpatía que siento por la causa homosexual, pero me parece que el periodista de El País ha redactado la noticia de una manera intencionadamente tendenciosa que vulnera claramente la presunción de inocencia. Si una de las partes (aunque sea culpable) no puede defenderse ¿Dónde queda el derecho del lector a estar informado de manera imparcial? Es más: uno que es, como se sabe, escrupuloso, tiene la tentación de pensar que, cuando se silencia a una de las partes es porque quizá tiene algo que decir en contra de la prístina versión fabricada por la acusación. Quizá no sea la cosa tan límpia como esto: hay un lobo homófobo y dos corderitos homosexuales sometidos a su posición de abuso de poder y a su derecho de pernada laboral. No sé. Aunque estos ojos han visto de todo (y casi nada bueno) y aunque uno está al cabo de la calle de que las oficinas están llenas de tipos indeseables, empieza uno a estar harto de estas historias en las que los buenos se permiten frases como: “Quiero que lo echen”.
Las formas, en mi opinión modesta, son importantes.
Nada más leer la frasecita en cuestión, me he acordado de la última escena de Las Bicicletas son Para el Verano.
-Papá, se ha acabado la guerra, ha llegado la paz.
-La paz no, hijo: ha llegado la victoria.
Pues eso.

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