En fin.
Quedémonos con lo bueno de aquel estropicio: gracias a la gigantesca maquinaria que la Guerra Mundial puso en marcha, hoy disfrutamos del microondas, de los ordenadores y de la penicilina; así como, por qué no, de la telefonía móvil (que no hubiera sido posible sin Hedy Lamarr, inventora del algoritmo y austriaca, por cierto).
Aparte del funesto aniversario, de buena mañana, yo me he ido al gimnasio. Una lesión leve me impide correr, pero no me impide hacer step. La ventaja que tiene esto es que corriendo uno no puede ilustrarse pero en la máquina del step yes, I can. Cojo pues uno de los periódicos gratuitos con los que los vieneses se alegran la vida. En portada: Strache en el punto de mira de los servicios secretos. Me descojono (con perdón). Por Strache –que cada día está más teleñeco- y por los servicios secretos austriacos que, si la noticia es verdad, son igual de secretos que la vida sentimental de Britney Spears.
Recuerdo entonces que hace días que me ronda por la cabeza un tema sobre el que quisiera escribir. Allá voy:
Cuando uno quiere a una persona (o a un país) como yo quiero a Austria, tiene que aceptar forzosamente sus defectos y esforzarse en considerarlos entrañables.
Una de las imperfecciones de Austria que me sacan más de quicio es la mera existencia del Kronen Zeitung.
El KZ es el periódico austriaco más leido, en depit du bon sens, y concentra todo lo que más odio. El papel en cuestión es xenófobo, demagógico y cerril, por no hablar de que es violentamente nacionalista y, en el aspecto puramente formal, vocacionalmente cutre, polvoriento y feo. En resumen: no vale ni el papel en que está impreso.
Pongo por ejemplo algunos contenidos entresacados del ejemplar que, con la nariz tapada, he estado hojeando hoy (del domingo: seguramente robado por algún deportista corto de fondos y largo de dedos). Tercera página: artículo de opinión en el que se critican las políticas de integración laboral del Gobierno austriaco para con los inmigrantes. Argumento: con la cantidad de parados austriacos de nación que la crisis pare todos los días ¿Para qué darle trabajo a estos extranjeros que vienen a robarnos el pan? Naturalmente, el articulista, como casi todos los del KZ, tiene más de setenta años. Dos páginas más adelante: cartas al director. Ninguna de las publicadas tiene desperdicio. Destacada especialmente una en la que se critica el despropósito que supone la Unión Europea (sin dar grandes argumentos, por cierto).
Con periódicos así, no es extraño que, después de setenta años, más de uno y más de dos sientan ganas de volver a invadir Polonia.
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