Fuegos y castañas

Armin Wolf, presentador de la ORF

4 de Septiembre.- Actualización del post de ayer: ya ha trascendido, porque todo en esta vida termina trascendiendo en algún momento, el sueld(az)o que va a cobrar Megaperraca Heinzl por hacer todos los días su programa en la ORF, así como algunas reacciones a su cambio de señorito. La que más me ha llamado la atención ha sido (tachán) la de mi Alfons Haider que, con una elegancia suprema, le ha deseado a Heinzl que tenga muchísima suerte y que se vaya por la sombrita.

Recordemos que, con ocasión del último baile de la Ópera, Heinzl utilizó su circo de pulgas amaestradas para comentar que él presentaría el sarao muchísimo mejor que Haider y le faltó decir que saldría más barato –airéo incluso lo que Herr Haider iba a cobrar por entrevistar al Presidente de la República y señora-. Lo primero está por verse y lo segundo, si es verdad lo que publican los periódicos, ya se ha visto que no va a ser verdad.

Parece ser que una de las misiones de Heinzl en su nueva casa será la de darle un poco de alegría (y de carnaza) a la retransmisión del estirado baile de la Ópera.

Aún así, las cosas como son: no veo yo a mi Barbara Rett (la Kultur Lady, la llaman aquí, porque siempre se ocupa de ese negociado) echándose unos valses con Dominic Heinzl y diciendo vaguedades a propósito de lo bien que va vestido todo el mundo y de la belleza del marco incomparable. Aunque de la capacidad de los austriacos para permanecer impasibles ante la vulgaridad ajena se puede esperar absolutamente todo.

El que se toma un descanso es Armin Wolf, uno de los rostros más populares de Austria ya que es el encargado de conducir el noticiario de máxima audiencia.

Herr Wolf ya estaba un poco hasta el teleprompter de la deriva que estaba tomando la empresa en la que trabajaba (o sea, que no hacía más que mirar los muros de la patria suya y siempre se le caían todos los palos del sombrajo). Incluso, con ocasión de las conversaciones sobre el futuro de la cadena pública austriaca que glosábamos ayer, Herr Wolf se permitió conceder al semanario Profil (Boletín Oficioso del Estado Austriaco) una entrevista en la que se despachó a gusto a propósito del sindiós que le parecían los recortes en la cadena que le daba de comer.

Una de las últimas actuaciones de Herr Wolf que uno ha podido presenciar ha sido la entrevista que le hizo –en riguroso diferido- al capitoste de Sky Europe, línea aérea que, como mis lectores recordarán, ha quebrado estos días pasados de manera bastante ruidosa, dejando a casi 10.000 pasajeros compuestos y sin vacaciones.

Herr Wolf, muy en su papel de guardian de los derechos del consumidor, le preguntó al presidente de Sky Europe una serie de cosas que el otro no hubiera podido contestar sin su abogado delante. El presidente de la línea aérea, griego de ascendencia pero residente en Bratislava , se presentó a la entrevista vestido para que le fusilasen a la puerta de Peek & Klopemburg (una camisa azul varias tallas más grandes de lo necesario, una chaqueta gris robada de alguna funeraria corta de recursos, una corbata birriosa de un color verdoso). Así vestido, mantuvo durante toda la entrevista la mirada baja y un gesto entre la úlcera duodenal y la apropiación indebida que decía a las claras que él estaba haciendo aquello porque a la fuerza ahorcan. Herr Wolf le apretó las tuercas y el otro se zafó como pudo. Quedó patente, eso sí, la diferencia de mentalidades que separa a un vienés de un residente en Bratislava –apenas unas decenas de kilómetros en el espacio, pero una eternidad en el ideario- cuando Herr Wolf, para quien la lógica es el Único Dios y la Honradez su profeta, le preguntó al griego:
-Y si ustedes sabían desde hace una semana, porque tenían que saberlo, que la compañía iba a quebrar como lo ha hecho ¿Por qué siguieron vendiendo billetes hasta ayer?
El pirata aéreo se encogió de hombros y no dijo nada. Lo que Herr Wolf no podía saber es que se acababa de topar de morros contra el espíritu que ha hecho del mar Mediterráneo lo que es: el reino de los que, sin saber muy bien a dónde van, cuando las cosas se tuercen esperan el milagro de que alguien les saque las castañas del fuego.

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