La casa portátil

La fachada del Schloß Concordia ayer por la tarde

2 de Noviembre.- Me encanta enseñar Viena. Por eso, cuando mi amiga N. me escribió diciéndome que unos amigos suyos iban a venir a la ciudad, y preguntándome si no me importaba quedar con ellos, dije que sí sin pensarmelo dos veces.
Normalmente, acepto este tipo de peticiones instantaneamente –algunos de mis lectores han tenido ocasión de comprobarlo- pero, en este caso, lo hice doblemente encantado por venir el asunto de donde venía (mi amistad con N. y con A., su santo, dura ya más de una década).
M.y L, los amigos de N., y yo, quedamos el sábado en la escalinata del Albertina, frente a la Filmoteca (Film Museum). Después de saludarnos, nos dimos un paseo por el centro.
Ayer, visitamos el Zentralfriedhof y después, para entrar en calor, que falta hacía, nos tomamos algo caliente en el Schloss Concordia, una cafetería de principios del siglo pasado cuya puerta está guardada por un contundente Jesús de cinco o seis metros de alto. Después del café, ya noche cerrada, dejamos el gélido barrio de Simmering y nos acercamos al centro, a la bodega de los Doce Apóstoles, en donde estuvimos cenando, para terminar tomándonos la última en un bar cercano cuya banda sonora fue una pimpante música barroca.
He disfrutado mucho estos dos días en compañía de L. y M. (espero que haya sido mútuo y espero que esos días se prolonguen en una cena de despedida). Hablando, hablando, nos hemos reido mucho y hemos descubierto que tenemos una cantidad de gustos comunes. Incluso, hemos averiguado que somos fans de Penélope (lo cual es lo más, claro). Pero, mientras anoche volvía a casa en el tranvía  pensaba que había habido algo más. Y era esto: aunque no me gusta describir la situación en estos términos, diría que por el bienestar que disfruto en Austria he pagado un precio (gustosamente, pero lo he pagado). Y ese precio es que he renunciado a utilizar el lenguaje en mi vida normal de una manera que pudieramos llamar “afectiva” (aunque no es esta la palabra exacta no encuentro mejor sustituto). No cuento, claro, la entrada nuestra de cada día, las citas con mi primo N. y las conversaciones telefónicas con mi familia.
Me explico (aunque no es fácil).
Para mí el lenguaje ha sido, desde pequeño, muy importante. Me gusta usarlo con propiedad, mimarlo, e incluso violentarlo un poco, con esa confianza que el pez tiene con el agua en la que nada. Mi alemán es la prótesis que sustituye a la pierna que abandoné en España el día en que me vine. Una pata de palo con la que puedo caminar, pero que no me permite siempre bailar ni correr como yo estoy acostumbrado. A veces, como le pasa a la gente que ha perdido un miembro, siento frío, calor o picores en el idioma perdido y, a ratos, alguna melancolía.
L. y M. me han descubierto un montón de expresiones nuevas que me han hecho mucha gracia. Su español es vivaz, culto pero sencillo como todas las cosas que son de la bendita calle. El humor que trasmina es descarado, risueño, inocente pero picante a la vez, y condensa todo lo  agudo y lo mejor que tenemos como país. Ayer, no me importa reconocerlo, al volver a casa, me invadió una cierta nostalgia, como la que nos asalta después de unas vacaciones en las que lo hemos pasado especialmente bien. Aunque en esas ocasiones también conviene pensar que no todo el monte es orégano y que la vida, aunque sería maravilloso que así fuera, es algo más que el idioma. La única casa portátil.

Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

2 respuestas a «La casa portátil»

  1. Avatar de Anonymous
    Anonymous

    Cuando nos comentaron que tenían pensado ir a Viena, nos vino a la cabeza avisarte porque intuíamos que ellos lo pasarían fenomenal con semejante anfitrión. Además nos parecía que podíais tener muchas cosas en común.
    Te parecerá una tontería pero siempre que quedamos con ellos nos acordados de tí, por… su optimismo, su forma de contar las cosas cotidianas y por esas risas.
    Me encanta saber que lo has pasado bien con ellos y espero que la nostalgia no te haya puesto tristón. un besote nuria

  2. Avatar de JOAKO

    Pués para no sabe explicarlo hay que ver que bien se te entiende, la analogia del “miembro fantasma” (es así como llaman a eso que describes los médicos)es muy acertada. Piensa que tienes un mundo y medio, no como el común, que tenemos solo un mundo…y algunos solo medio.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.