Tierra sin nosotros

Escuela de la ciudad rusa de Pripyat (foto: flickr; usuario: snostein)

 

18 de Noviembre.-Querida Ainara: ayer, buceando por internet, topé con un blog infame. Tenía todo lo que yo aborrezco: era parcial, fanático, estaba escrito con los codos en un estilo francamente faltón y antipático (en fin, para qué seguir). Sin embargo, leí un par de posts y de uno de ellos me llamó la atención una frase: “el fin del mundo no será drástico, sino como una avalancha que se irá haciendo más grave con el paso del tiempo”.
La idea de la avalancha, de la bola de nieve, me trajo a la memoria un documental buenísimo de la BBC que estuve viendo la semana pasada.  Trataba de la zona alrededor de la central nuclear de Chernobyl, en Ucrania. Veinte años después de la catástrofe, los ciudadanos de la región limítrofe (un área gigantesca forzosamente deshabitada por el gran peligro que supone la radiación) explicaban sus experiencias y la relación que tenían con la zona de exclusión. La parte más fascinante era la visita que el periodista hacía, embargado de terror supersticioso, a la ciudad de Pripyat, lugar en donde vivían los trabajadores de la central; un lugar que tuvo que ser abandonado completamente (sus habitantes, por razones obvias, tuvieron que irse con lo puesto). Grandes manzanas de bloques soviéticos que se pudren lentamente y que, de manera sorprendente, han sido invadidos por una naturaleza feraz. Animales y plantas han tomado los coches herrumbrosos, el parque de atracciones (sin duda la imagen más reconocible de Pripyat), las escuelas, las tiendas. En la ciudad el tiempo se ha detenido. Pripyat será el lugar de trabajo de los arqueólogos del futuro.

Si es que llegan a existir.
Esta semana, Ainara, nos jugamos mucho. En Copenhague, los dirigentes mundiales se van a reunir para decidir si bajan o no las emisiones de gases con efecto invernadero. El futuro de la especie humana está en juego. Y decirlo no es una exageración, desgraciadamente. Todavía estamos a tiempo de detener (o de minimizar las consecuencias) de la bola de nieve del cambio climático del que ya, Ainara, empiezan a verse las inquietantes consecuencias. España lleva en verano desde abril. La uva este año se ha recogido en agosto. Se ha multiplicado la frecuencia y la intensidad de los huracanes que tocan tierra. En la región de Córdoba (Argentina) hace meses que no llueve; las abejas, que aunque parecen humildes son piezas fundamentales de los ecosistemas, están en peligro de extinción; los glaciares se derriten. En menos de diez años, si no se hace nada, el subcontinente indio se va a quedar sin agua potable.

Si el nivel del mar sube según los modelos elaborados por los científicos, España puede perder el treinta por ciento de su territorio (gran parte del más habitado); los rascacielos de Benidorm estarán en mar abierto para el próximo siglo. El mar se tragará las marismas de Doñana, el Delta del Ebro, en fin: no sigo.

Las últimas medidas del Gobierno que nos malgobierna han sido darle ayudas al sector del carbón (una industria deficitaria y altamente contaminante) para que siga produciendo materiales con los que ensuciar la atmósfera. Si la cosa sigue así, Ainara, sin agua, con un clima enloquecido que no permitirá la producción de comida en cantidades suficientes, en 150 años (o mucho menos) la Humanidad se va a ver en bastantes dificultades para sobrevivir. Quizá pase como en Pripiatz. Cuando el último ser humano desaparezca las demás especies con las que comparte el planeta (las que sobrevivan a nuestra inconsciencia) volverán a retomar el hilo. Se sucederá un gran silencio, sin música, sin niños que llamen a sus madres, sin enamorados que se cuenten por teléfono los sucesos de su amor. Sólo los cantos de los pájaros, el viento susurrando entre los árboles.
Quizá, en el lejano futuro otra civilización llegue a esta pelota en la que las estaciones habrán dejado de medirse con calendarios nuestros.
Quizá se pregunten qué es lo que hicimos para cargarnos un planeta tan hermoso y por qué no pudimos aprovechar una tierra que tiene recursos suficientes para mantenernos a todos.
Quizá alguien haya dejado una respuesta. Una nota para la eternidad.
Besos

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Comentarios

4 respuestas a «Tierra sin nosotros»

  1. Avatar de El herpato
    El herpato

    Muy bonito, pero muy apocalíptico. Se me viene a la mente una metafora que leí:”diciendo que la vida de la tierra equivale a un año: la tierra fue un oceano de lava durante tres meses; luego fue un oceano de agua durante otros tres meses (que ironia); la atmosfera y la tierra firme aparecieron durante 3 meses, y los animales unicelulares y bacterias aparecieron durante 3 meses, los dinosaurios y demas aparecieron durante otros 3 meses y durante la ultima hora de ese “año”, en la ultima hora del ultimo dia de ese “año” APARECIO EL HOMBRE EN LA TIERRA”. Llevamos una hora y ya vamos hacia la extinción? Los dinosaurios estuvieron unos 66 millones de años y nosotros llevamos 2 o 3? Quienes eran los inteligentes?

  2. Avatar de elhombreamadecasa

    Un post espeluznante. En Murcia, desde donde escribo, no se va el calor y eso hace pensar un poco en el fin del mundo. La idea de que dicho fin vendrá poco a poco me parece muy acertada, por mucho que molen las historias de catástrofes globales.

  3. Avatar de JOAKO

    Vi el documental del que hablas, y lejos de sentir angustia, lo que sentí fue alivio, simplemente no podemos acabar con la vida, y esta se rehace en tiempo y forma increiblemente rápido, mucho mejor de lo que nunca creimos, recuerdo una imagen del video de un “ciervo” pastando en un campo de futbol abandonado.

  4. Avatar de Paco Bernal

    Hola!

    Gracias por vuestros comentarios y perdón por no haber contestado antes:

    A mi hermano: pues a ver si se nos nota la inteligencia un poco, porque si no, se nos van a descongelar los polos y la vamos a liar parda. A ver si los políticos se ponen sensatos. Por el bien de todos.

    A el hombre ama de casa: la verdad es que es un poco raro todo esto y yo espero que, como pasó en el caso de los Clorofluocarbonos (CFC) los políticos pongan un poco de su parte (y los industriales, que son los que tienen que poner).

    A Joako: si la vida sí que es contumaz, estoy de acuerdo. Pero a mí, lo de Chernobyl me daba miedo. Me parecía fantasmal y horroroso. Por no hablar de que la gente de la zona sigue viva, pero los niños nacen con malformaciones, y la gente muere de cáncer mucho más que en otros sitios.
    En fin…Que no se repita es lo que hace falta.

    Saludetes

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