De nombre extranjero

Frau Doktor Maria Fekter, Ministra del Interior austriaca (foto: Ministerio del Interior Austriaco)

12 de Enero.- Uno de los tópicos a propósito de este país es que, en Austria, los extranjeros no son bien recibidos. La realidad, desgraciadamente, se encarga de confirmarlo a cada tanto.
Y así se dan paradojas como la siguiente: la controversia que, en España, hubiera producido la edificación de una cárcel cerca de un núcleo de población, en Austria ha sido levantada por los planes del Gobierno de instalar en una localidad de Burgenland un centro de acogida de extranjeros asilados –que vendría a ser el tercero del país-. De lo cual se deduce que los austriacos tienen menos miedo de los convictos que de los extranjeros que acuden a su país en busca de ayuda.
Durante las últimas semanas, el tira y afloja ha sido incesante y ha provocado serios roces entre los miembros de la coalición social-conservadora que rige los destinos del país. Incluso se ha propuesto la organización de un referendum en la localidad elegida, al objeto de que sus habitantes se pronuncien sobre si les apetece que, en su término municipal, se edifique un centro de estas características.
Ayer, para intentar desbloquear la situación, se reunieron representantes de los socialistas y de los conservadores en un ambiente de intensa expectación mediática.
Como sucede siempre, los participantes en la reunión fueron invitados a las noticias de la noche para que le explicasen su postura al pueblo soberano. Ambos rechazaron la invitación, como se encargó de aclarar, con voz perfectamente neutra, la presentadora del informativo.
En su lugar, acudió al plató el director de Caritas Austria (“como reservista”, dijo él). Un señor mayor que, desde el principio, me cayó bien porque se vio que lo que quería era introducir un poco de sensatez en el debate.
Y su medio fue hacerle a los políticos implicados (y a la audiencia, claro) la siguiente pregunta: ¿Alguien se ha parado a pensar de verdad qué es un centro de acogida de asliados y qué aspecto tiene?
Este señor explicó que, en un centro así, se asesora a las personas que solicitan asilo en Austria y que no es más que un lugar en donde hay trabajadores sociales, además de traductores. A los aspirantes a asilados se les asesora sobre los complicados trámites jurídicos que implica el asilo, así como sobre otras cuestiones –no menores en su caso- que implica el vivir en un país que no es el de uno y cuya lengua, por razones obvias, no se domina.
El director de Caritas, haciendo gala de una enorme paciencia, explicó que, al principio, haberse parado en estas cuestiones de sentido común, no hubiera costado nada y hubiera evitado muchos sopitipandos; pero que, ahora, con el ambiente tan caldeado por dimes y diretes, la visceralidad se había adueñado de la cuestión y será muy difícil que las partes en conflicto alcancen un consenso que les pone en el brete de quedar en una posición desairada frente a su electorado.
Hasta aquí, los hechos. Pero, ¿Qué hay de fondo?
De fondo está, como siempre, esa desconfianza hacia el exterior que late bajo el inconsciente colectivo austriaco y que forma parte del carácter nacional. Una de los reproches que una parte importantísima del electorado le hace a los socialistas es el de tratar la cuestión migratoria de una manera demasiado blanda. Al objeto de combatir esta imagen, por ejemplo, el partido socialista le hizo una concesión a los conservadores implantando cursos obligatorios de alemán para los inmigrantes (extracomunitarios, se entiende).
Lo último que se oye a este respecto es, también de manera muy austriaca, introducir la realidad molesta pero de una manera que no se note. Sustituyendo el centro proyectado por unos cuantos más pequeños, y no tan llamativos, que cubran su capacidad.
Quizá para contrastar con esta imagen que no decía mucho de los austriacos, la ORF emitió en su programa Kulturmontag un reportaje sobre la Sra. Ute Bock: una abuela de carácter decidido que dirige una ONG que ayuda a todo tipo de inmigrantes a orientarse por la selva vienesa. Sin recibir un euro del Gobierno. Sólo por el placer de hacer lo que hay que hacer.
No todo el monte, por suerte, es orégano.

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