28 de Enero.- Si un extraterrestre interceptara el espacio radioeléctrico austriaco podría llegar a la curiosa conclusión de que los aborígenes se encuentran sumidos en una vorágine nacionalista que les puede llevar a pensar en volver a intentar invadir Polonia.
Efectivamente, las radios compiten por ver cuál emite la versión pop más reciente del Himno Nacional (!). La última, ha sido la un pinchadiscos local (qué antigüedad de palabra, por cierto), que ha recreado la melodía de Mozart en un estilo a medio camino entre el bakalao y el rap (!!). Si el pobre Wolgang Amadeus, que ayer mismo hubiera cumplido 254 años, tuviera la mala idea de resucitar de entre los muertos, probablemente volvería a estirar la pata de la impresión.
A este paso, va a versionar el himno hasta el Nino aus Wien, joven promesa de la música local, uno de cuyos últimos éxitos es una canción (de amor, creo) que se llama “Du Oasch” (algo así, “Tú, gilipoyas”).
Por cierto que, la primera vez que escuché yo hablar sobre este tal Nino, pensaba (cándido de mí) que sería un artista marginal surgido de la subcultura Krocha (Kracher, la tribu urbana local); pero parece ser que no. La municipalidad vienesa, siempre pensando en el bienestar cultural de los habitantes de esta ciudad, va a organizar unas jornadas musicales en Karlsplatz (el escenario estará en el estanque que hay frente a la iglesia y que, localmente, se conoce como “el estanque´la porquería” por lo limpia que está siempre el agua). Pues bien: a dichas jornadas musicales, a celebrarse cuando el tiempo lo permita (en primavera) está invitado Nino, para que haga vibrar a la juventud modelna con sus cánticos de vida y esperanza.
Esperanza, por cierto, que no perdieron los investigadores que encontraron en Canadá una de las estrellas que luce la emperatriz Elisabeth en el cuadro de mi tocayo Winterhalter. Dicha estrella había sido robada en Schönbrunn, cuyas medidas de seguridad deben de estar imaginadas por Mortadelo y Filemón; y ha sido recuperada despues de recomprarla a un propietario privado que antes se la había comprado a un perista. La joya, que todos los periódicos españoles llaman diamante de diez puntas (!) ya ha sido restituida al patrimonio austriaco y se podrá ver en la exposición sobre Sisi en la que yo estuve el otro día, en el Hofburg.
Curiosamente, y si la memoria no me engaña, es una de las pocas joyas auténticas que habrá en la exposición. En la sala dedicada a los tocados y a los vestidos de la emperatriz hay reconstrucciones (de una tiara de rubíes, de las joyas que lució el día de su coronación como reina de Hungría) pero están todas elaboradas a partir de cristales de Svarovsky. Los vestidos de corte que se exponen tampoco son auténticos, sino copias. El original del traje de coronación se ha perdido, pero el del traje de baile está en un museo vienés, convenientemente resguardado, porque exponerlo, a medio plazo, destruiría la pieza.
En la exposición sí que se puede ver, por ejemplo, el estilete con el que Luigi Luccheni cercenó la vida de la emperatriz y algunos accesorios que le pertenecieron.
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