Este patio estará así dentro de solo unos meses
28 de Febrero.- Cerca de mi casa, en la plaza que da nombre a mi barrio, hay un conjunto de restaurantes que está situado en un edificio del siglo XVII. Lo restauraron el año pasado, creo recordar, y resulta ideal para tomarse algo con los amigos y departir de lo divino y de lo humano. Sobre todo cuando, como es mi caso, tiene uno la casa como si hubiera pasado por ella la tormenta Cynthia que, según los periódicos nacionales e internacionales , ha asolado el continente europeo durante esta semana.
Hoy, estando en una de las cervecerías más recoletas de esa manzana dedicada al placer, me he acordado de que, cuando hacía teatro, lo que más me gustaba eran las conversaciones que, de pronto, surgían entre los ensayos.
La mayoría de los actores son más actores cuando no están actuando, y el oficio de fingir está hecho de largas esperas, que los técnicos utilizan para afanarse en unos menesteres ignorados que, inexplicablemente, siempre exigen mucho tiempo; u otros compañeros usan para repasar sus textos bajo la atenta mirada del director.
Aquellas conversaciones, que surgían en desangelados locales de ensayo, en teatros vacíos, en la soledad impersonal de los camerinos, eran apasionadas y románticas porque entonces estábamos en la edad, y eran profundas porque cuando uno comparte escenario con alguien se establece un vínculo que tiene mucho que ver con las amistades absolutas que sólo se dan en la niñez: cuando las absurdas normas de la lógica aún no han entrado en tu vida.
Hoy, mientras tomaba una cerveza de la región, y discutía sobre recuerdos y cuestiones que, normalmente, permanecen soterrados esperando el momento oportuno, pensaba que quizá esta vida no sea más que la búsqueda incesante de personas con las que hablar. Resulta difícil encontrar gente con la que establecer una buena conversación. Y cuando se encuentra frente a buenos conversadores (se les distingue porque, sobre todas las cosas, saben escuchar) uno se siente siempre como si fuera la primera vez. Como si hubiera estado pidiendo socorro a gritos en un país del que se ignora el idioma y, de pronto, pasase un compatriota.
Si hay una patria , quizá sea esa y si hay un placer, es el de intercambiar ideas con amigos a los que uno quiere, delante de una cerveza.
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