Glamour y entresijos

Momentazo hispano-austriaco (bueno, en realidad más de ocho minutos)

16 de Marzo.- Me indica un simpático lector que quizá debería subsanar un olvido ¡Y vaya olvido! Durante la ceremonia de los Oscar, hubo un momento hispano-austriaco que a mí, por las circunstancias, se me pasó ¡Nuestra Penélope le entregó el Oscar a nuestro Waltz! (para uno ya todo es “nuestro”, qué crisis de identidad, gensanta).


Subsanado el lapsus, volvamos a mirar hacia el presente. O sea: bajemos del Olimpo de los Diesel y démonos un trastazo con la cruda realidad de los jornaleros del micrófono (conocidos en los bajos fondos del periodismo como “alcachoferos”). Veremos que Dominic Heinzl, alias Megaperraca neviosa (por el modesto share de su nuevo programa), ha tenido sus roces con una reportera rival porque le estaban grabando mientras entrevistaba a Lugner (ese Jesus Gil transalpino).


Según la reportera, trabajadora del programa Pink! De la cadena Puls4, Heinzl incluso ha tenido el detalle de enviarle mensajes al móvil amenazándola con sacarla de la circulación –y que parezca un accidente-.


Si ha sido así, la verdad es que Dominic ha tenido muy poco tiento –lo escrito siempre queda- y si no, la reportera es todavía más lagarta que el presentador de la ORF que un santo, lo que se dice un santo, tampoco es.


Lugner, el pobre, no se ha debido de enterar del asunto, porque está de crucero con su Katzi por el río de los faraones. La pobre muchacha no ha podido resistir la presión de la popularidad y, mientras yo estaba en España, se tomó un tubo de pastillas. La intoxicación fue muy grave y obligó a los médicos que la atendieron a hacerle cinco lavados de estómago.


El excéntrico millonario y …Bueno, el báculo de su vejez, se han visto obligados a suspender todos sus compromisos (numerosos) y a buscar un poco de tranquilidad navegando por las aguas milenarias.


En política, a un mes de las elecciones presidenciales, y con el regusto un tanto amargo (aunque claro, va por barrios) que han dejado las elecciones regionales en la Baja Austria del sábado pasado, todos los partidos intentan llevar a los votantes a su lista o, en su defecto, hacerles huir de las listas rivales.


Los socialistas se lamentan como Jeremías de haber sufrido un revés en Austria la baja (el número n), los populares se sienten crecidos por la subida de sufragios experimentada y los liberales -o así- del FPÖ se preguntan por qué no ha funcionado el Efecto Rosenkranz si, según pensaban ellos, “la madre de doce hijos hechos y derechos” (y con pelos en el pecho) era la Gran Esperanza Blanca –por no decir aria-. Sin embargo, lo cierto es que este dechado de virtudes matronales germánicas sólo ha conseguido que el FPÖ subiese un dos y pico por ciento. Una birria, vamos.


Asimismo, crece la ola de los escándalos protagonizados por curas malos. Ya son dos centenares las víctimas que han declarado que el Pater les pegaba y/o les sobaba con intenciones lascivas.


Uno de estos sacerdotes incluso ha publicado una carta abierta de disculpa en la que dice que , sin excepción, a él todos sus alumnos le caían divinamente y que, si a base de palos –este era pegón- ha traumatizado a alguno de sus ex pupilos, lo siente mucho. El daño está hecho, viene a decir, y más que esto no puedo hacer.


Quien sí que podría hacer algo, no quiere. Ratzinger Z, el papa, sigue terne que terne con su renuncia a reformar la Iglesia para hacer, por ejemplo, que el celibato sacertotal sea algo optativo (de hecho, el mismo San Pablo en la Biblia se manifiesta en este sentido cuando dice que es mejor “casarse que abrasarse” –en el fuego de Satán, se entiende-).

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