Máikel Náit

David Hasselhoff cuando conducía un coche fantástico y ayer, en Salzburgo

27 de Abril.-De mi cuaderno de notas:

Gustav Mahler decía que, cuando llegase el fin del mundo, se vendría a Viena porque aquí pasa todo cincuenta años después. Sólo en Austria es concebible que David Hasselhoff (o sea, el Máikel Náit de El Coche Fantástico) pudiera dar un concierto multitudinario. Con la cara acorchada por el alcohol y las cirugías plásticas y una americana de lentejuelas que ya hubieran querido para sí Los Manolos en sus mejores tiempos.

Una amiga y yo comentábamos este fin de semana esta peculiaridad que parece estar inscrita en lo más recóndito del ADN aborigen: aquí, no pasa el tiempo. O pasa bastante más despacio. Las modas, sobre todo entre las clases más populares, van resbalando despacito hacia el olvido y es fácil econtrarse a mujeres vestidas con chándales de táctel o a caballeros con patillones a lo Curro Jiménez y unas chaquetas lóden tiesas por la naftalina, en un tono antracita que no se usa desde que Bruno Kreisky era canciller.

Y el fumeque, claro.

Mientras en el resto de Europa se ha declarado una guerra sin cuartel contra el vicio que destroza pulmones y se lleva por delante las arterias, en Austria fumar sigue estando bien visto y se ven atrocidades como gente expeliendo gases tóxicos como chimeneas en locales cerrados en donde hay niños. Un disparate, en fin.

***

Domingo, ocho y media de la noche. Una bonita luz presagia la llegada de la noche. Corre una agradable brisa. Estado de la mar, llana.

Una repentina falta de leche obliga a Paco a acercarse al turco de la esquina a comprar un litro (y de paso, unas pipas).

Cuando Paco entra a la tienda nota algo raro en el ambiente pero no se amilana. En estas que vuelve la vista hacia el mostrador y se topa con un tío que lleva, por toda vestimenta, unos calzoncillos boxer negros, un casco de ciclista y unas playeras (con calcetines blancos). El hombre trata de sostener un par de trozos de papel de plata, unos objetos metálicos y un maletín de ejecutivo negro, muy gastado. Naturalmente tiene muy poco éxito. El dependiente mira a Paco, este, le pide la leche. El dependiente se acerca a una cámara refrigerada y coge un brick. Paco se lo paga.

El tipo de la pinta estrafalaria le pregunta al dependiente si vende droga. El turco se lo toma con panciencia. El fulano sale a la calle. Se pone en cuclillas en la acera y empieza a jugar con el papel de plata.

Estos romanos, definitivamente, están como una cabra.

***

La locutora explica, con cara de circunstancias, que la economía griega es una tragedia (qué socorrido este titular, por cierto, para describir la mezcla de cutrez y pasotismo que ha dejado Grecia hecha un solar). Sobre imagenes de una Acrópolis en perpétuo estado de restauración, se explica la lenta tortura a la que el capital internacional (fondos de inversión, compradores de futuros y demás patulea) está sometiendo a la economía griega.

Y uno piensa que lo grave no es que los helenos hayan perdido hasta la camisa que no tenían, sino que, es inevitable, los problemas económicos van a traer problemas políticos.

Es fácil verlo en el caso español. Una tasa del veinte por ciento de paro ha hecho salir a los muertos de las tumbas y las ideologías están provocando el resurgimiento de la eterna batalla de los buenos contra los malos (elija usted su bando por si la guerra empieza mañana por la tarde).

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