Bichos

Jack Nicholson, encarnación del mal en El Resplandor

5 de Mayo.- Querida Ainara: crecer en una familia feliz tiene también sus desventajas. Aunque no lo parezca. La principal, a mi juicio, es que crecer rodeado de personas propicias te desarma contra determinado tipo de gente sin alma. Este fin de semana, escuchando la historia de un amigo, caí en la cuenta de que, yendo el mundo como va, es muy probable que algún día te tengas que enfrentar con algún bicho/a semejante, y que es muy probable que la perplejidad de que puedan existir personas así te deje sin capacidad de reacción.

Te contaré un caso que a mí me sucedió y el consejo que me dio tu abuelo porque los años me han enseñado que la mayoría de los acosos se parecen. Todos los psicópatas siguen más o menos el mismo patrón.

La mía se llamaba pongamos que P.; los dos trabajábamos en una empresa cuyo ambiente yo describí una vez, totalmente en serio, como el que reinaría entre tres ratas encerradas en una caja sin nada que comer.

Yo llegué al puesto para una sustitución que se fue alargando conforme pasaban los meses. Empecé a escamarme cuando, al preguntar lo que le sucedía a la persona que estaba de baja, nadie quería decírmelo. Por mis propios medios descubrí que la chica a la que sustituía había tenido que ser apartada de su puesto por unos problemas psicológicos graves. Una crisis de ansiedad que había obligado a llamar a una ambulancia.

Alrededor del hecho había un espeso manto de silencio pero por medias palabras (y pronto, por mi propia experiencia) terminé de averiguar la causa de que los sanitarios hubieran tenido que personarse en mi empresa. He aquí lo que descubrí.

P., la psicópata, era una adicta al trabajo. Una persona insegura, desequilibrada emocionalmente, con una autoestima bajísima, competitiva, tremendamente inteligente, incapaz de trabajar en grupo y, lo que era peor, sin otra vida personal que los cotilleos de cama de la empresa. Un cóctel molotov con patas, vaya.

Llegaba todos los días una hora antes de su hora de entrada oficial, encendía el ordenador y se encargaba de chequear el trabajo ajeno en busca de errores. En aquel mundo concentracionario, ella era consciente de que la información era poder, y se dedicaba a acopiarla como la araña que espera paciente a que la mosca caiga en la tela.

Su procedimiento para soltar la bomba era siempre el mismo: cuando la oficina estaba más silenciosa y más llena, iniciaba una conversación con el afectado en la que le reprochaba haber descuidado tal o cual aspecto de su tarea. O bien, directamente, atacaba por sorpresa enviándole un correo al jefe, con copia a todos los compañeros, en el que, bajo la apariencia de una pregunta inocente, provocaba un terremoto que amenazaba el puesto de una víctima que, hasta entonces, estaba completamente ajena a sus maquinaciones.

Nadie se atrevía a enfrentarse con ella porque todos tenían miedo de perder sus trabajos a causa de traspiés inoportunamente descubiertos por la bruja. Todo el mundo le doraba la píldora pero nadie la quería, porque la maldad inspira temor pero nunca cariño verdadero.

Un día, como a todos, a mí me tocó también. Varias veces repitió la jugada del correo y la conversación y, cuando tu tío estaba a punto de tirar la toalla, tu abuelo me dio un consejo que se demostró valiosísimo:

Combátela con sus propias armas. Cuando la oficina esté más llena, móntale un follón de los que hacen época. Que todo el mundo vea que no le tienes miedo. Y si te echan, tranquilo que de comer no te va a faltar.

Dicho y hecho. Cuando la ocasión llegó (le fue a mi jefe con un cuento que resultó ser mentira) le monté un pollo delante de todo el mundo que hizo que –gracias a Dios- me retirase la palabra (no para siempre, por desgracia).

Cuando se disolvió el bochinche (durante el cual ella quedó como lo que era: una bruja sin escrúpulos) una compañera, vasca, majísima por cierto, se acercó disimuladamente a mi mesa:

Paquito –me dijo- yo pensaba que no tenías cojones, pero hoy me has demostrau que no.

La moraleja del cuento, Ainara, es que los psicópatas son, ante todo, cobardes. Temen la notoriedad de sus fechorías porque las deja sin márgen.

Espero que la carta de hoy no tengas que usarla nunca, pero si lo haces, que te sea útil.

Un beso de tu tío.

Publicado

en

,

por

Etiquetas:

Comentarios

4 respuestas a «Bichos»

  1. Avatar de Anonymous
    Anonymous

    ¡Menuda historia! Yo sé de algunos amigos comunes cuya oficina era comúnmente conocida como “La Zorrera”. L.

  2. Avatar de Isa

    ¡Genial, muy sabio el consejo y muy bien por usarlo! Lo tendré en cuenta, uno nunca sabe cuando lo necesitará…

  3. Avatar de m.
    m.

    Paco… no sé qué decirte cuando dices que la maldad inspira temor, pero nunca cariño verdadero. Discrepo un poco. Es como cuando en los reportajes dicen que en los casos de acoso escolar el resto calla por miedo: yo me pongo hecha una fiera porque no es verdad. Los espectadores DISFRUTAN con el espectáculo. Les encanta que se humille a la víctima y en ningún momento sienten lástima por ella. Y, si te fijas, verás que los “malos” son idolatrados por la mayoría. No es que les teman (que también) es que los ADMIRAN. ¿No has escuchado nunca el dicho de que hasta las personas más malas tienen amigos? Pues así es. Tampoco estoy muy de acuerdo con eso de “Temen la notoriedad de sus fechorías”. Al contrario: cuanto más público tengan, mejor. Cuando más gente vea a la víctima siendo humillada, mejor se sienten. Sé que el tema no va de acoso escolar, pero es que me cabrea cuando dicen “Bueeeeno, son cosas de niños, con el tiempo se pasa” o cuando veo películas en las que, al final, víctima y acosador se hacen amiguitos. Pues no. Hay gente a la que, diez años después, todavía la insultan por la calle. Y no sigo que me caliento. Saludos, Paco.

  4. Avatar de Paco Bernal

    Hola!
    Gracias como siempre por vuestros comentarios y perdón por haber tardado un poco en contestarlos (si tuviera que hacerlo hablando no podría, porque estoy afónico).

    A L: !Y que lo digas! Menudos bichos hay por ahí.

    A Isa: te aseguro que funciona 🙂 Por cierto, Isa: !El otro día te vi en youtube! !Qué bien das en cámara! 🙂

    A m.: no estoy de acuerdo. Aunque no tenga mucha esperanza en el ser humano pienso que la gente es básicamente decente. Y otra cosa más: nadie te hará nunca nada que tú no te dejes que te hagan. Hay ciertos fenómenos que hay que ver desde fuera. El acosador es un enfermo mental que lo que intenta es crear una dinámica en la que el acosado salta porque no es consciente del proceso.

    Saludetes

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.