Lola Flores (foto:www.elpais.com)
16 de Mayo.- Ayer, gracias a Dios con todos los backups hechos, mi ordenador viejo pasó a mejor vida. Así pues, Viena Directo, durante las próximas dos semanas, se va a convertir en un blog clandestino. Cada día será una nueva aventura el publicarlo pero, mientras no me falte el 1,50 que me cuesta el cibercafé, seguiremos acudiendo a nuestra cita.
Escribo desde uno situado en las cercanías de mi casa. A mi lado, el regente del local, un musulmán ortodoxo, se está fumando un cigarro mientras navega por internet con aire aburrido. Otros dos indivíduos, a poca distancia, juegan también en línea. En riguroso silencio. Fuera, la lluvia empapa lo cristales y, a pocos metros, el Wien, ese arroyuelo que normalmente lleva un hilo de agua, baja embravecido debido a unas lluvias un tanto inusuales en mayo.
Consultando los periódicos celtíberos, me entero de que hoy, 16 de Mayo de 2010, hace tres lustros de la muerte de Lola Flores. Y parece que fue ayer cuando lo supe. Yo iba de camino a la Universidad, lo recuerdo bien. Camino del autobús siempre llevaba puesta la radio. Cogía el de las siete y media, y recuerdo que, de amanecida, en la parada de la calle Real, entre dos luces, escuché el boletín que dijo que Lola había muerto a eso de las seis en su casa de La Moraleja (El Lerele).
Creo que se me saltaron las lágrimas, igual que cuando, no recuerdo si antes o después, pero en parecidas circunstancias, supe que había fallecido la poeta Gloria Fuertes. Son presencias que, aunque no lo quieras, han formado parte del firmamento de tu infancia, de ese techo de mitologías que forma parte de nuestros recuerdos infantiles. Por lo que sabíamos de Lola, y por lo que sabemos de sus hijos, ahora de sus nietos, los Flores podrían ser parte de nuestra familia.
Luego, el velatorio en el hoy teatro Fernán Gómez, el entierro, la horrorosa estatua sobre su tumba, la muerte de Antonio Flores y, tiempo después, la de Antonio González, un hombre que aceptó vivir siempre a la sombra de su mujer (a pesar de ser un gran artista por sí mismo) y que, en la Celtiberia de entonces y de antes de entonces, supongo que tuvo que pechar con dejarle a Lola el papel que la sociedad tenía reservado a los hombres.
En fin, aniversarios. Ya me estoy volvíendo un poco vienés. También para esto.
(A los aborígenes les encantan las efemérides)
Deja una respuesta