Strache en el plató de la ORF ayer por la noche
24 de Agosto.- Ayer, en el programa de entrevistas que, tradicionalmente, Ingrid Turnher conduce en la ORF, tocó Heinz Christian Strache.
Se presentó a la cita vestido de neopijo que se toma sus aperol en el nuevo Motto –un bar de moda que ha abierto este año en el primer distrito y que aspira a convertirse en punto de encuentro para la sociedad guay vienesa-; o sea, trajecito, sin corbata, y mocasín.
Acompañaba a Frau Turnher una señora llamada Alexandra Izdebska, polaca, que reside en Viena. La Sra. Izdebska llegó a Viena con 16 años sin hablar una palabra de alemán, estudió una carrera universitaria y fundó, junto a su santo, la empresa DiTech.
El tema del ciclo de charlas que modera Turnher es “Política en tiempos de crisis” (una cosa como “Politiquear en Tiempos Revueltos”, no sé si mis lectores me siguen) pero la verdad, con Strache en el plató, se habló muy poco de la crisis y, como suele suceder, muy mucho del propio Strache.
Y es que el político fue a contar su película que es (dos puntos) yo me voy a presentar a la alcaldía de Viena porque estoy preocupadísimo por el grado de degeneración que ha alcanzado la política vienesa desde que los socialistas están en el poder (así: sin respirar). Tema adyacente principal: la causa última de la degeneración es que, en Viena, viven muchos extranjeros; por lo cual los austriacos de pata negra resultan postergados y no reciben las ayudas sociales necesarias (nótese, para lo que luego analizaremos, que inmediatamente el extranjero queda cazado por Strache en el estereotipo).
Tema adyacente secundario: y si usted se queja de que hay muchos extranjeros ahora ¡Átese los machos en 2011! Vendrán las huestes de tierras ignaras y, cual invasión de los hunos, violarán a nuestras mujeres y venderán a nuestros hijos como esclavos a cambio de un plato de habichuelas.
El debate se desarrolló más o menos como era previsible. Strache se concentró en que las otras dos personas hablasen lo menos posible (es de esa gente que piensa que si sólo se le oye a él los otros creerán que tiene razón) y se mostró visiblemente ofendido cuando las otras dos señoras le recordaron, en un par de ocasiones, que aquello era un debate y no un mítin.
Por otra parte, y dejando a un lado su absoluta inepcia a la hora de construir un programa político ortodoxo , Strache es interesante porque es un animal comunicacional en estado puro. En muchos sentidos, muy parecido a Hitler. He aquí, a vuelapluma, algunas coincidencias desde el punto de vista comunicacional y comportamental (con las otras no me meto).
Como Hitler, Strache es alérgico a cualquier tipo de sistema. O sea, desde fuera, su discurso parece siempre igual e, incluso, se diría que está sometido a unas reglas; sin embargo, si uno lo analiza despacio, el discurso de Strache está en realidad construido sobre unas cuantas generalidades que, en realidad, están vacías de contenido y que cambian según la conveniencia del propio Strache (véase, por ejemplo, el espectacular cambio que dio su opinión sobre el BZÖ antes y después de que alguno de sus miembros se pasasen a sus filas).
Como Hitler, Strache es experto en construir lo que los ingleses llaman collocations. O sea, estructuras lingüísticas que basan su valor significativo no en su contenido, sino en ser repetidas hasta la saciedad.
Por poner un ejemplo aparte del estereotipo sobre el inmigrante que yo citaba más arriba: Strache sabe que muchos de sus votantes tienen un miedo difuso del mundo musulmán, así que ha convertido a los árabes en su bestia negra de cara a esta nueva campaña electoral. A estos efectos, es muy interesante el uso que Strache hace de la palabra alemán Fremd (Ajeno, extraño), sobre el que quizá me extienda en otro momento.
Strache, como Hitler, sabe que su oportunidad es el ruido y tiene un enorme talento para crear titulares basados en imágenes con un malvado contenido emocional. Por ejemplo, en las últimas semanas, ha dicho que sus principales rivales, los socialistas, son “un partido islamista” asunto que junto con el cartel sobre la sangre vienesa que glosaba yo hace un par de entradas ha acaparado los mortecinos titulares de este fin de verano. Sin embargo, ayer, ante las insistentes preguntas de Frau Turnher de con qué partido se aliaría en el caso de que los socialistas perdieran la mayoría absoluta, Strache evitó pronunciarse; de forma que, si en algún momento, se viera obligado, vendería la necesidad de coaligarse con su enemigo de ayer como ha vendido el viraje dado en Carintia hacia los miembros del BZÖ.
Todo para dejar de ser una reina del pop y convertirse en una gran dama de la canción.
Deja una respuesta