La niña del vestido azul

7 de Septiembre.- Los días de sol hay que aprovecharlos. Se lo decía yo ayer a mis padres, a los de Ainara, y a la misma Ainara, cuando paseábamos por el centro de la ciudad.

Viena estaba hermosa. Los edificios resplandecientes, el césped recién lavado por las lluvias de la semana anterior. En el cielo azul, flotaban unas nubecillas inofensivas. Ainara jugaba por los parques a perseguirnos. Se quedaba extasiada cada vez que veía palomas y, la verdad, no es pasión de tío, pero llamaba la atención. Los vieneses (particularmente las vienesas) se paraban a mirarla, los más lanzados, incluso le hacían fiestas. Los que iban en parejas, se daban codazos y se sonreían, al verla tan bonita.

 Ainara iba vestida de azul celeste, con un lazo a juego. Llevaba unos zapatos de tafilete color crema (que, por cierto, se cargó, porque es un trasto y no deja de correr de un lado para otro). Y su tío la verdad es que no se cansaba de mirarla por razones apartes del babeo más obvio (no puedo negar que mi sobrina es mi debilidad). Escribo las cartas de los miércoles pensando en una persona abstracta. En la chica que será. A veces me la imagino, adolescente, los ojos oscuros, la nariz graciosa algo respingona, echándole un vistazo a lo que escribo. Por eso resulta enormemente curioso ver la niña en que Ainara se está convirtiendo, advertir cómo, poco a poco, su carácter toma forma, se va definiendo.

¿Y cómo es Ainara en Septiembre de 2010? En primer lugar, mi sobrina es una niña muy alegre. Se está riendo desde que se levanta. Y no es exageración: es literal. Ainara es, además, muy cariñosa. Y le encantan los animales. Con Sofía y Pauli (mis gatos) tiene un idilio que es mutuo sólo a ratos, porque, a veces, la curiosidad de Ainara, y el ímpetu imparable de los tres años, la llevan a tomarse según qué libertades que a los felinos no les terminan de gustar. Por suerte, no ha llegado nunca la sangre al río ni la uña de ninguno de los gatos a la piel de la chiquilla; Pauli es un caballero diplomático que sabe dejar clara su opinión, así que normalmente se resuelve todo con un bufido y Ainara se da por aludida sin problemas. Con lo que, de momento, no ha habido que lamentar desgracias personales ni gatunas.

Otra cosa curiosa es que, a pesar de ser una chica muy activa, que no es capaz de estar un minuto quieta, Ainara es una cría que se entretiene sola rápidamente porque todo le resulta curioso y sorprendente. Da gusto mirarla, sobre todo cuando ella no se está dando cuenta. Ayer la pillé observando muy concentrada la sombra que su mano produce sobre la pared. Miraba a la luz, y luego a su mano y luego, como quien contempla un prodigio, a la sombra.

Desde entonces, cuando enciendo la luz, inmediatamente va hacia la lámpara y yo, disfruto, mirándola de reojo, sin que ella se dé cuenta. Así de tontorrones se ponen los tíos a los que se les cae la baba mimando a sus sobrinas.


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Comentarios

3 respuestas a «La niña del vestido azul»

  1. Avatar de amelche

    ¡Ay, los tíos, cómo son! ¿Me pondré yo como tú cuando sea tía, dentro de unos 7 meses y medio? ¿Le escribiré cartas en el blog? (Fue lo primero que pensé cuando me enteré de que iba a ser tía, si le escribiría cartas en el blog, como tú, ¡ja, ja!)

  2. Avatar de Paco Bernal

    Hola!

    Lo primero, felicidades por el futuro nacimiento de tu sobrino o de tu sobrina 🙂 y nada, lo de las cartas, todo es ponerse. Yo llevo ya casi 130 (madre mía jajajaja)

    Saludetes

  3. Avatar de amelche

    ¿130? Caray, si fueran en papel, como antaño, ocuparían una caja muy grande. Ya te contaré, todavía es muy pronto para saber lo que va a ser.

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