4 de Enero.- Una de las leyes infalibles de la psicología humana es que hay situaciones en las que, inconscientemente, asumimos las conductas que nuestros padres seguían delante de nosotros durante nuestra infancia. Es más, es como si nosotros fuéramos nuestros padres. Como si desempeñáramos su papel. Sin que lo podamos evitar. Para bien y para mal.
Me explico.
Cada cierto tiempo, durante las vacaciones escolares, el hijo de unos amigos, de unos diez años, pasa un par de días en casa. El plan es siempre el mismo y se adapta a los gustos, nada caprichosos por otra parte, del chaval. Una de las tardes incluye siempre merienda (con sushi, que le encanta) y una peli. Así que ayer estuvimos en el Millenium Tower –un Mall a la americana que hay cerca de la ONU- viendo Megamind, lo último de Dreamworks. Como la peli empezaba a las ocho, cenamos sushi en el running que hay debajo del cine y luego vimos el flín en 3D. Por cierto, abro paréntesis: la película es absolutamente recomendable. Yo no sé quién se lo pasó mejor, si el crío o yo (cuando salga en DVD me la compraré).
Crítica exprés: Megamind bebe de la estética de los dibujos animados de la Warner de los sesenta (el pato Lucas y el Correcaminos). Esos que, visualmente, eran una mezcla del lujoso art decó de los años cincuenta, con sus formas aerodinámicas y sus cielos azules llenos de nubes matemáticas, y las interminables perspectivas del periodo de entreguerras (Giorgio de Chirico y afines). Como suele suceder en estos casos, además, la película funciona a dos niveles bien diferenciados. Por un lado, está la trama principal, que está dirigida al target –niños de entre seis y doce años más o menos- y luego están todas las alusiones cine y extracinematográficas que están dirigidas a los padres (que tienen entre treinta y cinco y cuarenta, como yo). Hay mogollón de referencias a las películas del quinquenio 1980-1985 (En Busca del Arca Perdida, Supermán, Karate Kid, etcétera). En fin, un placer.
Terminado el cine, tocó volver a casa. Como yo no conduzco, en metro. Desde Millenium City hasta mi casa, hay no menos de media hora de estaciones y, por lo menos, un transbordo. La zona del Millenium no es demasiado distinguida y a las diez de la noche, con las tiendas cerradas, la verdad es que no presenta un aspecto demasiado amigable. Mis lectores españoles seguramente pensarán que las diez es una hora relativamente temprana para pensar que está uno en el Bronx pero tendrán que tener en cuenta que, en Austria, el telediario de la noche es a las siete y media.
Nada más entrar en la estación de Handelskai, empecé a ponerme nervioso. Jamás he visto tantos borrachos y tantos locos en mi vida. Mejor dicho: si hubiera ido solo, los borrachos y los locos (no menos que otras noches) me hubieran chupado un pie. Pero la sola presencia del crío había activado “el nivel Bernal de alta seguridad”. Una alerta que a mi abuela, por ejemplo, se le disparaba cada vez que mi hermano salía a jugar a la calle y que le traía a la cabeza todo tipo de peligros reales o imaginarios hasta hacerle pasar un auténtico calvario. Detectado el problema, me esforcé en tranquilizarme (no ayudó mucho, de todas formas, que un loco se dedicase a morder las barras del metro en nuestra presencia) y en explicarle al crío en un lenguaje comprensible para él que no tenía que asustarse, que el pobre caballero estaba muy mal del tarro y que lo que había que hacer era tratar de alejarse en lo posible del problema y actuar como si no pasara nada.
Para entretenerle, le enseñé algunos términos útiles en español como “caraculo”, encareciéndole especialmente que no se le ocurriera decirlo delante de mi padre porque era una palabrota horrorosa, horrorosa, horrorosa de la muerte.
Muertos de risa, llegamos los dos a casa sin mayor novedad.
A Noema: jajaja pues creo que vas a tener que esperar un poco, porque, claro, se ha corrido la voz de lo bien que funciona el Servicio de Canguros del Hostal Royal Danubio (SCHRD, en abreviatura)y tenemos una lista de espera que es la monda en patinete jajaja. En cualquier caso, en cuanto haya un huequecín, yo te llamo y miramos de mover papeles jajajaja. Besos
A Emejota: la peli es una maravilla y seguro que le gusta. Y con los niños la verdad es que me lo paso muy bien. Un abrazo fuerte también para ti, y felices reyes.
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