14 de Marzo.- Tenía que haber previsto que mi decidido intento de mantenerme cuidadosamente desinformado de la evolución de la horrible tragedia japonesa estaba condenado al fracaso.
Bueno, mejor dicho: lo que había decidido era no ver imágenes. La radio me bastaba para ponerme descompuestito perdido. No pudo ser, sin embargo. De manera fortuita, me vi expuesto a un espacio informativo de la televisión pública austriaca y aguanté menos de un minuto de imágenes de tsunamis, cadáveres y explosiones atómicas. Soy un hombre de lágrima facilísima, qué le voy a hacer.
Al contrario de lo que ocurre en España, sin embargo, los medios austriacos (menos el apestoso Österreich) están concentrados en no dejar que cunda el pánico. Los austriacos son un pueblo muy preocupado por el medio ambiente, la catástrofe de Chernobyl sigue latente en el inconsciente colectivo y, desde que en Japón a los protones les da por desbocarse, parece ser que los habitantes más miedicas de esta República han hecho acopio de todo tipo de pertrechos por si la catástrofe nuclear llama a su puerta.
Los periodistas, ya digo, se esfuerzan en calmar a todas las viejecitas que se han pasado por las farmacias a pedir su pastilla para impedir la metabolización del yodo radioactivo. Les han repetido por activa y por pasiva que, de momento, en Austria el peligro es mínimo. Que no nos encontramos en una zona sísmica que tenga una actividad comparable al borde de la placa tectónica en donde se sitúa el archipiélago japonés y que, de producirse un escape, es poco probable que llegase a Europa una nube radioactiva comparable a la que dejó la localidad rusa de Pripiat hecha una pesadilla de Nina Hagen (antes de que Frau Hagen experimentase su gozosa conversión al catolicismo, claro).
Por si las fláis, el ministro de medio ambiente austriaco, muy en consecuencia con la legislación que rige en este país al respecto de las centrales nucleares (prohibición total) ha pedido a sus colegas de la Unión Europea un control exhaustivo de los reactores situados dentro del territorio de la bandera azul. Es muy de temer, sin embargo que, en estos tiempos de crisis y crujir de mercados financieros, las sensatas admoniciones del ministro austriaco caigan en saco roto.
Mientras tanto los que, aparte de la manía de llorar, tenemos la de acojonarnos por las desgracias potenciales, pensamos que, a escasos cien kilómetros de la capital de los valses, hay un puñado de centrales nucleares de cuando Lenin llevaba pantalones cortos. En fin: mejor no pensarlo.
(El título de este post viene de la única cosa graciosa que se me ocurrió ayer en medio de tanta desgracia: un profesor de física de mi hermano que, en vez de decir protón, decía potrón; y le llamaban, claro, el idem).
Es terrible, y prepárate, que Gaía está que cruje, las tormentas solares durarán unos 11 años, lo cual sumado a nuestra nefasta gestión del cambio climatico = a….. . Quizás los germanos tengan un más sano sentido del sacrificio que los mediterraneos, tan gozosos y sensuales ellos. Un fuerte abrazo.
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