21 de Mayo.- Viena. Aeropuerto de Swechat. Acabo de pasar los controles de seguridad y me encuentro en la sala acristalada, hecha un rutilante charco de sol, en donde se espera el embarque.
Busco un lugar en donde esperar el momento en que me dejen subir al avión que me llevará a Democraciarealya, territorio conocido antiguamente como España.
Observo a la gente, amparado en el anonimato de mis gafas oscuras. Una pareja bilíngüe (ella es española) con dos criaturas pequeñas; una mujer de mediana edad que abre un trolley en el que los arreos de cosmética están ordenados con precisión prusiana (en realidad, sospecho que con precisión de pija de Las Rozas, pero bueno). Algo apartado, también observando al personal, hay un hombre con barba, quizá de mi edad que, por todo equipaje, lleva un enorme bloc de dibujo de los que usan los caricaturistas callejeros y una cámara réflex de Nikon colgada en bandolera.
Descarto sentarme al lado de un tipo que, pese a las temperaturas, lleva puesta una americana azul de terciopelo azul eléctrico y localizo un sitio libre al lado de dos representantes españoles (camisa de cuadros Polo Ralph Lauren y mocasín) que hablan en un tono de voz suficientemente civilizado como para permitirme leer.
Sin embargo, pronto me doy cuenta de que su conversación es mucho más entretenida que mi libro en alemán sobre anécdotas judiciales.
Aprovechando la red inalámbrica gratuita del aeropuerto, uno de ellos lee un titular de la edición digital del diario El Mundo. Con tono inconfundiblemente irónico:
-Rubalcaba abandona la campaña para ocuparse de los manifestantes dela Puertadel Sol.
Con el tono del que está en la pomada, contesta el otro:
-Claro, para apuntarse el tanto de gestor y tal…-uno de los críos de la pareja bilíngüe acaba de descubrir que con el alemán y el español se puede hacer un cóctel; el ejecutivo español sigue con aire filosófico: …Claro, como van a palmar –se refiere al partido en el gobierno- como van a palmar pues van a ver cómo les dejan el marrón a los otros –al partido en la oposición- ¡Vete tú que a mí me da la risa!
El lector de titulares encuentra la situación divertidísima.
Vuelvo a mi organizado, a mi sesudo, a mi secamente divertido libro alemán y, a mitad de una historia, me doy cuenta de que los comerciales recalan en un tema de conversación que parece indefectible durante estas esperas largas: la guerra de sexos y las diferencias entre hombres y mujeres.
Los primeros son invariablemente designados como “los tíos”, las segundas son (¿Debería sorprenderme?) “las tías”.
Mis dos amigos pasan revista, sin que se les caiga la cara de vergüenza a una serie de sobadísimos tópicos que dejan entrever que, para ellos, las mujeres son una tribu con la que tienen lo mismo en común que con los hotentotes. Una especie de división zoológica de reacciones impredecibles.
Los dos ejecutivos concluyen que ellos, si tuvieran la oportunidad, nunca se cambiarían por mujeres. El feminismo es una estafa y la liberación de la mujer una oportunidad que ha apartado a muchas mujeres de “lo único serio que hay en la vida” (sic). O sea, la maternidad.
***
Cuando entro por la puerta de la casa de mis padres, Carlos Sobera le pregunta a tres concursantes cuál de los siguientes tres números es más grande.
-¿El número de pie de Pau Gasol? ¿La edad de Antonio Banderas? ¿El número Pi?
-Uy, dice uno, ese no lo conozco.
Bienvenidos a la España real.
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