Spanish Revolution (4): un descubrimiento perturbador

Ayuntamiento de Viena
Ayuntamiento de Viena (Archivo VD)

24 de Mayo.- Un volcán islandés de nombre impronunciable ha empezado a escupir detritus geológicos y la patronal del turismo europeo, a una, se ha puesto a llamar a su mamá. También los aficionados de cierto equipo español que, el sábado, juega en Londres el enésimo partido del siglo. Los pobres hinchas han prorrumpido en jipíos al pensar que las nubes de ceniza les condenarán a acercarse al Reino Unido en tren o en patinete, o a mascar la bufanda del equipo de sus amores incómodamente sentados en el sofá de su domicilio.

Pues a mí, plin.

Ni el cierre potencial del espacio aéreo comunitario ni el épico enfrentamiento futbolístico a cara de perro han conmovido mi ánimo tanto como un descubrimiento perturbador que he hecho durante los cuatro días escasos que llevo en España: lectores y lectoras de Viena Directo: desde que vivo en Austria me he convertido en un ser de lo más intolerante.

Me ha costado lo mío reconocerlo, no se crean, porque yo me tenía por una de esas personas a las que les da igual ocho que ochenta. Era inevitable que se me dibujase una sonrisa en la cara cuando alguien hablaba delante de mí de los peligros del estrés y la corajina. “Eso no me pasará a mí en la vida”, me decía yo con aire suficiente.

Sin embargo, la gente ha empezado a hacer comentarios y, yo mismo, me he sorprendido haciendo observaciones vitriólicas que hubieran podido hacer limpios agujeros en una chapa de acero de dieciséis milímetros.

La cosa empezó ya en Viena. Durante la apertura de las Festwochen de la capital de los valses.

Se celebró un concierto al aire libre en la plaza del ayuntamiento al que asistió quién quiso y durante el cual, por lo general, los habitantes de la metrópolis danubiana dieron el recital de civismo al que tienen acostumbrado al Mundo.

¿Todos? No, por cierto.

Detrás de mí, durante todo el concierto, hubo una pareja de *$%&/ollas que no cesaron de hacer comentarios (estúpidos) durante todo el recital. La parte femenina del par no se conformó con eso, sino que, además, entonó (con voz no mala, hubiera faltado más) algún trozo especialmente conocido de las piezas que cantaban los coros convocados.

De nada sirvieron las miradas agrias que les lanzamos yo y mi acompañante. Se pasaron por el forro de los pentagramas nuestras ganas de retorcerles los desvergonzados pescuezos. A la tercera, los muy imbéciles incluso se permitieron reírse de nosotros:

Mira, nos miran como si estuviésemos en la ópera.

El riesgo de violentar la soberbia ejecución de la sinfónica de Viena del Oh Fortuna, de los Carmina Burana de Carl Orff nos impidió llevar a cabo nuestra deseada venganza.

Similares impulsos violentos me han asaltado hoy, de camino a la delegación de Hacienda sita en Guzmán el Bueno, al tener que compartir parada del autobús con un individuo trajeado que, amparándose en unas soberbias gafas de general golpista retirado, atorraba al personal escuchando una música infecta que vomitaba su móvil a un volumen asesino. Que era bajo comparado con el que llevaba el chófer del autobús que me ha llevado a Madrid. Reggaeton para más INRI.

También tuve que contenerme para no prorrumpir en exabruptos al contemplar antes de ayer el espectáculo del pueblo soberano machacando los parterres de un parque nuevo sito en Torrejón de Ardoz y, con gusto le hubiera dado un buen corte a una funcionaria del aparato de tortura tributario cuando, ignorando mis educadas indirectas, me ha tratado insistentemente de tú, olvidado el respeto que le debe a uno de los contribuyentes que le permite pagar los pinchos de tortilla del desayuno con el que diariamente dulcifica la duración de su jornada laboral.

Porque uno no sólo se ha vuelto un revenío, sino también (ay) un antíguo.

Comentarios

6 respuestas a «Spanish Revolution (4): un descubrimiento perturbador»

  1. Avatar de Gaby

    Jajajajajjja, me ha hecho reir mucho tu blog de hoy! Y debo reconocer que yo también me he vuelto más intolerante desde que vivo en Viena. Pero de otras maneras. “Lamentablemente” ya me acostumbré a que muchas cosas funcionen “como debieran” y cuando no lo hacen, me quejo. Ejemplo claro: Transporte público. En mi país, los buses (o micros) que recorren la capital (Santiago) no tienen horario. Solo hay que sentarte (si eres afortunado) a esperar en la parada para que aparezcan. Y eso puede ser un par de minutos, pero también 30 o más. Y claro que hay que rogar para que efectivamente pare en la parada… Y si hay mucha gente esperando, hay que prepararse para la “lucha” e intentar subir sin salir herido…
    Pues bien, hace unos días me descubrí quejándome porque el tram que debía tomar se demoraría 3 minutos más de lo habitual, todo señalado en una pantalla electrónica que funciona. Y me quejé por 3 minutos! Mientras el tram llegaba, me di cuenta de mi exageración e intolerancia (además de mi potencial úlcera) y solté una carcajada. Quizás el estar desempleada después de un año de vivir acá me tiene más estresada de lo necesario, jejejeje.
    En fin, ahora cuando tengo ganas de quejarme, pienso en como sería en Chile y sonrío…

    Espero que hayas regresado muy bien a Viena y que disfrutes los días veraniegos de esta semana!

    1. Avatar de Paco Bernal
      Paco Bernal

      Hola!
      No, si todavía no estoy en Viena. Tardo todavía unos días. En cuanto al tiempo veraniego, en España hace un calor que no veas 🙂
      Supongo que, como dice Noema, estoy en un momento de choque cultural inverso. Uno está preparado para el choque que supone irse a vivir a un país extranjero, pero no para el que supone volver al país propio.
      En fin 🙂 Besos

  2. Avatar de Noema

    Jajaja, veo que estás en pleno momento de choque cultural inverso, na, unos días más y se te pasa 🙂

    1. Avatar de Paco Bernal
      Paco Bernal

      Hola guapa! Ayayay qué malo es el choque cultural inversoooo 🙂 No puedo con mi vida de él. De verdad te digo que hay ratos en que tengo que contenerme mucho, eh? jajajaja. Espero que se me pase pronto. Besos

  3. Avatar de emejota

    Pues pronto empezamos, por ahí iba paseando tan tranquilita, bueno menos, y mira como he acabado, en plan ermitaña. Beso.

    1. Avatar de Paco Bernal
      Paco Bernal

      Hombre, ermitaño, no creo que acabe, pero te digo la verdad que me estoy volviendo mucho más misántropo de lo que yo era. Creo que voy a tener que aprovechar este espíritu renegón que se me está poniendo metiéndome a taxista o algo jajajaja. Besos.

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