24 de Junio.- Una de mis primeras ocupaciones matinales es coger sendos ejemplares de los dos periódicos gratuitos que se publican en Viena: el Heute y el Österreich. Son, no lo niego, dos panfletos absolutamente infectos que hay que leer con la nariz tapada. Sin embargo, también son muy reveladores de lo que piensa esa mayoría silenciosa a la que los medios tradicionales prestan poca atención. Muchas veces, los temas que eligen estos medios son también los que yo elijo para mis posts.
Como el Heute y el Österreich tienen mucho en común con la telebasura española se me ha ocurrido apuntar algunas características de este tipo de comunicación.
–El sentimiento siempre prima sobre la razón. El objetivo fundamental de un periodista de los que trabajan en las letrinas de la profesión es la de mover en el receptor la máxima reacción visceral con el mínimo esfuerzo intelectual.
No es de extrañar por eso que este tipo de prensa, aún cuando trata temas que los medios ortodoxos también recogen, lo haga concentrándose en los detalles más escabrosos. En el caso austriaco, hay algunos procedimientos para remover las tripas del lector que se repiten muy frecuentemente y con una eficacia infalible. Por ejemplo, lo que podríamos llamar “La denuncia del robo de la fruta prohibida”. En titulares parecidos a este: “100.000 Euros de ayuda social para una familia de inmigrantes turcos que, sin embargo, no trabajan” o “Mientras que los trabajadores austriacos disfrutan de 5 semanas de vacaciones, los europarlamentarios tienen derecho a tres meses”.
En el caso español, el espectador está tan encallecido que, como los tiburones, sólo reacciona al olor de la sangre. Priman pues las noticias de sucesos (asesinatos domésticos, violaciones y/o asesinatos de niñas, abusos de todo tipo etc). El orgasmo llega, indefectiblemente, cuando se cruza un personaje famoso con una noticia truculenta cubierta de coágulos de sangre: por ejemplo, el reciente accidente sufrido por el torero Ortega Cano o la muerte de un inocente peatón bajo las ruedas del coche del bailaor Farruquito.
–El síndrome de los personajes sin apellidos. Una de las reglas del periodismo es la de que una noticia se torna más interesante cuanto más cerca de nosotros se produce.
Seamos sinceros: si, en vez de en Irak, fuese en Vilanova i la Geltrú en donde mueren ciento cincuenta personas todos los días a causa de un atentado suicida, la noticia pasaría, de ser una más en la sección de Internacional, a convertirse en objeto de horas y horas de televisión. Siguiendo esta tónica cabría preguntarse qué hay más cercano a nosotros que nuestra familia. El periodismo basura ha encontrado la respuesta y se concentra en intentar convertir a los personajes de los que se ocupa en miembros de una familia artificial de los que, la mayoría de las veces, sabemos más cosas y más íntimas que de los miembros de nuestra familia de sangre. Se trata pues de elminar cualquier barrera posible entre el espectador/lector y el personaje retratado. Nada que nos recuerde que esa persona no pertenece a nuestro círculo íntimo. Todo el mundo se convierte pues en concursante de Gran Hermano. Incluso los que jamás han pisado el lugar conocido como “La Casa”. Isabel Pantoja se transforma en “Isabel” a secas. Lola Flores fue “Lola”, en su día (su hija Lolita ha sido conocida toda su vida con el diminutivo, así que la prensa basura es inocente de ese crímen).
–La pretensión de autenticidad. No es extraño oír decir a Belén Esteban aquello de “Yo soy muy sincera, yo siempre digo la verdad”. La telebasura concentra todas sus energías en que el espectador crea que la realidad que retrata es “La Realidad” y elabora así una Hiperrealidad en la que todo es analizado, comentado y desmenuzado desde todos los ángulos posibles. Se trata de una alteración efectiva del tiempo narrativo en la que los acontecimientos son exprimidos hasta que no les queda un sólo punto invisible.
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