6 de Diciembre.- ¿Qué tienen en común un niño nacido en Linares y el emperador austriaco Francisco José ? Aunque mis lectores no se lo crean, mucho más de lo que pudiera parecer a primera vista.
El año pasado, por estas fechas, hablábamos del retorno cíclico de George Michael y su éxito navideño-moñas Last Christmas. Pero dado que el pobre Jorge Miguel, este año, está bastante fuera de combate, he decidido dejarle en paz y llevar a mis lectores de viaje por dos episodios poco conocidos de la vida de otro gran estilista que, navidad tras navidad, ha ido adquiriendo una estatura mítica. Sobre todo para los españoles.
¿Preparados? Pues allá vamos.
Europa 1952. El niño Miguel Rafael Martos Sánchez, a la sazón de nueve años, emprende su primer viaje artístico a Austria. Más concretamente al bonito enclave alpino de Salzburgo. Rafael –entonces aún sin la ph- había nacido en mayo de 1943 en la localidad andaluza de Linares. Sin embargo, la familia Martos se muda a la capital a principios de 1944. Allí, el niño pronto empezará a destacar por su talento musical. Como era bastante frecuente por entonces, se une a un coro infantil y llama la atención del sacerdote que lo dirigía. Y, tras un viaje en autobús atravesando una Europa que empieza a resurgir de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial gracias al plan Marshall, el niño Rafael va, canta, y seduce al jurado del concurso que le corona, en este país en el que los niños cantores son una institución cultural, como la mejor voz infantil europea del año.
Según ha confesado Raphael en entrevistas posteriores, en aquel momento, a él no se le pasaba por la imaginación convertirse algún día en un cantante profesional. Ajeno a que, en un futuro aún lejano, Raphael sería el único español en ser galardonado con el disco de uranio (que acredita haber vendido cincuenta millones de copias y que el diestro de Linares comparte con leyendas como Michael Jackson o Freddie Mercury) Raphael ha confesado muchas veces que cantaba “por el bocadillo” y “por el viaje en autobús”.
Para la época de su segundo viaje a Austria, sin embargo, la vida del autor de la mejor versión de El Tamborilero había cambiado bastante.
Con diecisiete años, Raphael gana el festival de Benidorm, ficha por la multinacional Philips (cuyo departamento de marketing cambia la F de su nombre por la Ph de la marca). Ha hecho películas y es un cantante consolidado.

Raphael viaja a Austria por segunda vez para participar en el decimotercer festival de la canción de Eurovisión, que tiene lugar en el salón de baile del antiguo palacio imperial, escenario de tantas y tantas noches de la Viena del emperador Francisco José. El concurso se celebra el día 8 de Abril de 1967 –Raphael tiene entonces veinticuatro años-. Es el primer festival que se transmite en las 625 líneas de definición que fueron el estándar europeo hasta la llegada de la alta definición. Aunque, eso sí, las audiencias europeas tienen que conformarse con ver a Sandie Shaw, la ganadora (que canta Puppets on a String) en blanco y negro.
Rpahael, a pesar de no ganar, queda en muy buen lugar (sexto de diecisiete participantes).
Compite con un temazo: Hablemos del Amor, de Manuel Alejandro. (Recomiendo a mis lectores que vean el vídeo porque Raphael canta en directo y canta como en el disco, es a-lu-ci-nan-te).
Cuentan que, en los ensayos generales, cuando Raphael terminó de cantar, se hizo un silencio sepulcral mientras que los curtidos profesores de la orquesta de la ORF se levantaron y rompieron a aplaudir.
(Esta entrada se publica en el calendario de adviento de mi amiga Noema)
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