1. El Jú is Jú
Actualidad internacional. El Gobierno de España ya tiene trece nuevos ministros. A pesar de todas las quinielas, había que estar muy en la pomada para saber quién son algunas de las gentes a las que el nuevo presidente ha honrado con su confianza.
Ayer, mientras leía la lista, no podía dejar de pensar en el primer gobierno de Suarez, por el que nadie daba un duro y al que la prensa de su época bautizó, despectivamente, como “gobierno de penenes” (gobierno de “pe-ene-ene”s, o sea, profesores no numerarios). Tampoco por Rajoy da mucha gente un pepión, pero yo creo que su mandato va a ser lo que yo soñaba en mi época de universidad (y no tuve güevos de conseguir) para mis profesores: nada espectacular, pero las cosas hechas como Dios manda.
Por otro lado, el “jú is jú” de los trece de Rajoy es una especie de receta encriptada del alma del propio Rajoy. Échese en una retorta un treinta por ciento de la época más moderada de Aznar (sí: aquella que sí, que existió, pero que desapareció en su segunda legislatura), añádase un cuarenta por ciento de amigos íntimos que, además, hayan sido los empollones de su universidad privada (Rajoy es un hombre fiel a sus amistades: eso está bien) y, para que no le acusen de gris, busque algún verso suelto que, además, demuestre que usted, a diferencia del anterior, sabe que Spinoza no es una variedad de pasta italiana y Juan Ramón no es el nuevo vocalista de El canto del Loco. Remuévase y preséntese sobriamente.
2. El (presunto) falsificador
Nacional. Como recordarán mis lectores Herr Grasser (el exministro con los abdominales y el morro más pétreos de la EU) está acusado de haber metido la zarpa en diferentes pastizales, labores por las cuales pudo embolsarse (presuntamente) hasta diez millones de eurazos.
Actualmente, la justicia austriaca anda ocupada en la participación de Grasser (presunta, siempre presunta) en la privatización de la empresa pública de la vivienda (BUWOG).
Una de las ramificaciones de esta causa se refiere a la supuesta evasión de Grasser de medio millón de euros a una cuenta secreta en Liechtenstein. La versión que el ministro Timotei da de los hechos es que el dinero pertenecía a su suegra y que se lo ingresó en Liechtenstein para que la madre de Fiona Swarovsky lo invirtiese de manera más favorable a sus intereses.
Para probarlo, Herr Grasser envió a Liechtenstein a su abogado, el cual le pidió al organismo competente del minúsculo país que le facilitase ciertos documentos confidenciales referidos a la causa.
Lo hizo la oficina en cuestión y parece ser que el abogado de Grasser cogió alguno de estos documentos y se los llevó a su casita. Pasado el tiempo, en Liechtenstein se dieron cuenta de la sustracción. Se ordenó el correspondiente registro domiciliario en el que no aparecieron los papeles comprometedores y sólo al cabo de unas semanas el abogado admitió que se los había llevado a su domicilio y los devolvió. El problema es que devolvió los documentos, presuntamente, siempre presuntamente, convenientemente maquillados para que apoyasen la versión del contrito exministro acosado por todo tipo de conspiradores.
Grasser, por supuesto, niega toda relación con el apaño.
“Me siento como si estuviera en la película equivocada”, ha declarado.
3. El gordo
A mí tampoco me ha tocado. Gracias a Dios, tenemos mucha salud (todavía). Toquemos madera.
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