Mujeres maltratadas

Mujer con la cabeza cubierta
Enseñar a las mujeres a ser adultas e independientes, previene la violencia (A.V.D.)

 

4 de Enero.- Querida Ainara: como comprobarás pronto, la estupidez humana es prácticamente un pozo sin fondo.

Uno de sus rasgos fundamentales es que siempre nos parecen bien las barbaridades que hacen los que piensan como nosotros y nos parecen mal las que hacen aquellos que presumimos que no comparten nuestras opiniones.

Así pues, siguiendo esta regla fundamental de la naturaleza humana, lo mismo que los que ahora gobiernan, estaban interesadísimos antes en hacer creer que el presidente Zapatero era una especie de comisario soviético o un miembro de alguna guerrilla maoista; los de Zapatero, una vez desalojados del poder, están interesadísimos en hacer creer que los miembros del Gobierno actual son unos fascistas entregados a las fauces del Opus (qué pereza, Señor).

En este marco, se encuadra una tormenta en un vaso de agua que se produjo hace una semana más o menos. La nueva ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Sra. Ana Mato, se refirió a una mujer maltratada hablando de un caso de “violencia en el entorno familiar”. Desde la bancada contraria, se puso el correspondiente grito en el cielo y se le afeó la expresión a la Sra Mato (la cual, de todas maneras, ha demostrado en otras ocasiones que la sutileza no es lo suyo, como cuando dijo que los niños andaluces eran “prácticamente analfabetos”).  Tu tío, sin embargo, que está entrenado en reconocer las sutilezas del lenguaje, no pudo encontrar nada feo en la expresión de la Sra. Mato (a pesar de que tenga un concepto de ella, como señora, más bien tirando a gris) y le parece incluso que la expresión “violencia en el entorno familiar” es mucho más descriptiva que la horrible “violencia de género” (un anglicismo tremebundo) o incluso, un poquito más que “la violencia machista” uno de cuyos casos es la existencia, silenciada por el machismo imperante, del maltrato que algunas mujeres también ejercen sobre algunos hombres.

Este es un asunto, Ainara, sobre el que creo que nunca se hará la suficiente labor de concienciación. Ya es un paso fundamental que la gente haya dejado de ser tan tolerante con algunas conductas como se era en mi infancia –verdad es que el problema, en los últimos años, se ha agravado muchísimo-. Pero me parece sobre todo muy importante que sean las propias mujeres o los propios miembros maltratados de las parejas, los que sean capaces de decir basta y se aparten de la persona que les dé mala vida.

Una pareja, Ainara, se mantiene generalmente porque la unión hace la vida más fácil y agradable a los miembros que la componen. Sin embargo, todas las parejas, sin excepción, son como los cuchillos. Útiles, pero con un filo que,  mal usado, hiere y hace daño. Cuando nos emparejamos con alguien, por razón natural de la intimidad que compartimos con esa persona, le damos todas las armas posibles para que ese alguien se convierta en nuestro protector o en nuestro verdugo. Si nuestra pareja es tan diabólicamente inteligente como suelen serlo algunos maltratadores, conoce nuestras flaquezas, nuestras inseguridades, esos puntos oscuros de nuestro carácter que pueden aprovecharse para oscurecernos, para apagar nuestra voz. Si, además, se juntan otros condicionantes, como la dependencia económica del maltratador (el carcelero busca víctimas débiles a las que poder sojuzgar y sobre las cuales el dominio le haga sentirse poderoso) el cóctel es perfecto.

La mejor prevención contra el maltrato, Ainara, de las que estas cartas pretenden ser una avanzadilla en tu caso, es que, en el futuro, te conviertas en una mujer capaz de ganarse la vida por sí misma que no necesites la existencia de un hombre para valerte, ni cuya autoestima dependa de que alguien, colocado falsamente (o cruelmente) en una posición de superioridad, que te dé palmaditas en la espalda. El maltrato también se previene enseñando a las personas a forjar relaciones sanas, con marcos claros, en la que sea evidente que ciertas conductas no son admisibles, en las que ningún concepto falso del amor impida decir que no a lo que no nos gusta.

El resto, Ainara, es una disputa bizantina sobre denominaciones que no lleva a ninguna parte.

Besos de tu tío.

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