El caso de la chica que necesitaba ir a la peluquería
La historia de hoy empieza como un cuento, con un érase una vez…Una chica de Madrid que necesitaba ir a la peluquería en Viena. Al ser de otra ciudad, se vio en la necesidad de buscar en internet el nombre de un establecimiento de confianza que le hiciera un peinado espectacular. La ocasión lo merecía porque, como regalo de navidad, había recibido unas entradas para el Concierto de Nochevieja que, cada 31 de Diciembre y casi como ensayo general para el de la mañana del día 1, tiene lugar en la sala de conciertos más famosa del mundo (y, para mi gusto, la más bonita): el Musikverein de Karlsplatz.
Así pues, la protagonista de nuestra historia empezó a buscar peluquerías en Viena y, por una de esas casualidades del destino (o mejor: por una de esas peculiaridades del algoritmo de Google) topó con Viena Directo. Se fijó en que había una dirección de correo y envió un mensaje.
Al poco rato (cosa de diez minutos) recibió una contestación semejante a esta:
Hola!
La verdad es que me habían preguntado antes muchas cosas, pero por una peluquería no jajaja. Me informo y te digo algo.
Paco tiró de su cadena de amistades que le dieron el número de una peluquera de confianza pero que, lamentablemente, hablaba solo alemán. No servía. La segunda opción, le dijeron, era una conocida cadena de peluquerías que tenía sucursales en el primer distrito por lo que, probablemente, alguna de las peluqueras hablaría inglés (no decimos la marca para no hacer publicidad).
Cuando estaba escribiendo el correo, a Paco se le ocurrió una idea luminosa y decidió proponerle una cosa a su desconocida corresponsal. Mis lectores se harán cargo de que, para ir al concierto de Nochevieja y al de Año Nuevo, hay tortazos. La mayor parte de las localidades están reservadas para el cuerpo diplomático acreditado en Viena y las pocas que quedan libres, se sortean cada año. Todo el mundo ve el concierto por televisión pero hay muy pocos testimonios de primera mano de lo que supone estar en la sala¿Estaría dispuesta la amable lectora a hacer de reportera por un día y explicar para Viena Directo su experiencia?
La respuesta fue afirmativa, así que, con todo mi agradecimiento por haber dedicado su tiempo a escribir su experiencia, dejo a mis lectores con Teresa, que así se llama la protagonista de esta historia. Este es su relato.
Silvesterkonzert 2011
He tenido la increíble suerte de poder asistir al Concierto de Fin de Año 2.011 en Viena. Hala, ya lo he dicho.
Esta historia comienza en el mes de julio, cuando mi madre descubrió un pequeño anuncio en El Mundo…
Conversación telefónica :
Mamá: Oye, no podemos dejar pasar la oportunidad, hay que hacerlo ya.
Abuela: ¿Tú crees que le gustará?
Mamá: Se va a volver loca, ya verás.
Abuela: Pues entonces adelante, yo quiero que las niñas sean felices.
Mamá: Pero no digas nada, eh?, que es para Navidad.
Abuela: Yo??? No mi niña, no.
Una conspiración en toda regla, vamos.
Pasaron los meses, mi abuela murió (…) y llegó la Navidad. Regalos, regalos y más regalos. Y entre todos ellos el mío, el regalo que más ilusión podía hacerme : ¡¡¡dos entradas para asistir al Concierto de Fin de Año en Viena!!! No!? Sí?! Mami, te has vuelto loca?! Para mí que mi madre estaba aún más eufórica que yo, y si mi abuela hubiera estado con nosotros se hubiera reído mientras la achuchaba. Se me quedó una cara de idiota….
La semana siguiente la pasé casi insomne. Yo soy una persona muy nerviosa, pero me di cuenta de que siempre se puede ser más. Ni hambre, ni frío, ni calor, ni sueño. Yo solo quería concierto. Eso sí, sin darle la lata a nadie, que tampoco era plan de ser una cansina. Se me hizo la semana eteeeeerna.
Y por fin llegó el día, y ya estábamos en Viena, y no había nieve pero hacía un sol radiante, y había ido a la peluquería (gracias, Paco), y me sentía guapa y divina, y comimos unas salchichas delante del ayuntamiento escuchando música, y brindamos con prosecco, y nos hicimos muchas fotos y a mí el tiempo cada vez me pasaba más despacio… ¡No eran ni las tres, ya estaba cardiaca y me quedaban unas cuantas horas por delante! Por supuesto, no pude dormir ni 10 minutos seguidos de siesta. Aclaro que lo de la siesta tenía un motivo justificado: estar frescos para la tarde-noche que nos esperaba.
El concierto empezaba a las 19h30. A las 18h30 salimos del hotel, para disfrutar del paseo y saborear esos momentos previos y poder ver cómo iba vestido el personal. Ya, algunas somos así. No sabíamos si había una etiqueta específica y visto lo visto os puedo asegurar que no. En la sala convivían felizmente japonesas con kimono (¡guapas!), personas en vaqueros, jersey y zapatillas (sí, sí, yo estaba ojiplática ; vale que no es una recepción en el Palacio Real, pero… un poquito de saber estar, por favor! La clase de gente a la que le han tocado las entradas y va como si no fuese importante, me da una rabia. Que digo yo que una camisa al menos sí podrían haberse puesto, no? Mejor no sigo, que me hostilizo y no es plan), hombres con smoking, señoras con visones y vestidos hasta los pies (las de los visones eran las españolas, of course), hombres con chaqueta y corbata, mujeres de corto y arregladas. Una mezcla muy variada.
Al llegar nos quedamos unos minutos fuera, y yo no paraba de pensar: voy a entrar ahí, voy a entrar ahí, seguro que lloro… Ya, muy ridículo, pero es que estaba taaaan feliz (y ahora además de ridícula soy cursi). Total, que después de un ratito por fin entramos. Y bueno, el hall es normalito, nada del otro mundo, pero la sala… mmmmm! Dorada, brillante, llena de flores, pequeña (en la tele parece más grande de lo que es). Por cierto, que aprendí que las flores para el concierto se cultivan en San Remo, y las llevan a Viena expresamente para decorar la sala en fin de año. Ahí queda eso. Y las flores olían muy bien, por cierto.
(Continúa mañana)
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