24 de Febrero.- Es muy probable que, a la mayoría de mis lectores, el nombre de Lotte Lenya (foto aquí) así, en frío, no les diga nada; pero es bastante probable que la hayan visto alguna que otra vez intentando, por ejemplo, hacerle la puñeta a James Bond en su papel de la perversa soviética Rosa Klebb en Desde Rusia Con Amor.
Sin embargo, mis lectores pueden creerme cuando les digo que la vida de Lotte Lenya es algo más que Bond y que su peripecia biográfica es digna de un peliculón que recorrería alguno de los momentos estelares de la cultura del siglo XX (por no hablar de que, como luego veremos, Lotte Lenya tenía algún que otro punto en común con Lola Flores).
Lotte Lenya nació en Viena, más concretamente en el barrio obrero de Penzing, el día 18 de Octubre de 1898.
Sus padres, una lavandera y un cochero alcohólico, le pusieron un nombre que, por sí sólo, evoca el esplendor del imperio austro-húngaro: Karoline Wilhelmine Charlotte, de apellido Blamauer.
A los trece, Lotte Lenya es enviada por sus padres a la ciudad suiza de Zurich, en donde una tía la recoge aunque no se hace cargo de ella de manera definitiva.
En Zurich, Lotte se busca la vida como va pudiendo. Primero, como bailarina de ballet y después como actriz en donde pronto destaca por su talento.
Durante sus años de estancia en Zurich, Lotte Lenya compartió escenario y camerino con la gran Elisabeth Bergner, la Sarah Bernhard del teatro de entreguerras en lengua alemana. En 1921, sin embargo, lo que mola en Europa es Berlín –a pesar de que, en Berlín, estén pasándolas canutas por las consecuencias de las duras indemnizaciones impuestas por los aliados a la república de Weimar-. La capital alemana es el epicentro de todas las vanguardias; una ciudad mágica en donde conviven el arte y la ordinariez, la progresía más avanzada con los primeros y sangrientos síntomas del fascismo, así que Lotte, harta de la calma zuriquesa, lía el petate y se marcha a la capital alemana en donde elige el nombre de guerra con el que ha pasado a la historia y se abre camino en el burbujeante, irreverente y canalla mundo de la escena berlinesa de la segunda década del siglo.
En 1924 conoce al que será su marido, el compositor Kurt Weil, el que sostenía que su santa era como Lola Flores.
A saber, dijo de ella: “Es una pésima ama de casa pero una excelente actriz, no sabe leer música pero, cuando canta, el público la escucha como si estuviera oyendo a Enrico Carusso” (los críticos de Nueva York dijeron de la Faraona: “No canta, no baila, pero no se la pierdan”). En fin: que Lotte y Lola, como dos gotas de agua.
El matrimonio entre Lotte Lenya y Kurt Weil no debió de funcionar demasiado bien, porque en 1932, nuestra vienesa condecoró a su santo con una vistosa cornamenta, encamándose con el tenor austriaco Otto Pasetti, con el que mantuvo una relación hasta 1934; la cual conllevó la separación de Lotte Lenya y de Kurt Weil.
En 1933, la situación política de Alemania obligó a Lotte Lenya a exiliarse. Primero a Suiza, luego a París, y por último a la Riviera. En 1934 se separa de Pasetti y en 1935 se reconcilia con Kurt Weil y, en su compañía, se exilia a América.
Los últimos treinta y la década de los cuarenta no fueron fáciles para Lotte Lenya, que se ganó la vida en América como pudo, cantando en Night Clubs y realizando trabajos ocasionales como actriz (que escaseaban porque la pobre Lotte tenía un acento que los americanos asociaban con las guardianas de Auswitz de las películas).
En 1950, sin embargo, muerto Kurt Weil, con los ecos de la segunda guerra mundial disipándose lentamente, su segundo marido, el americano George Davis, convence a Lotte Lenya para volver a las tablas. Lo hace con La Ópera de Tres Peniques (Die Drei Groschen Oper), de Weil, en una nueva traducción y arreglada por Leonard Bernstein y es un éxito tan grande como en Berlín en los años veinte.
En los cincuenta, convertida en la guardiana del fuego de la herencia de Kurt Weil, Lotte Lenya volvió a Alemania y grabó la mayoría de sus éxitos de los años veinte y treinta (con nuevos arreglos porque, con los años y el tabacazo, la voz de Lenya había adquirido la misma tonalidad que la de Lola Flores por la misma época).
En los sesenta, Lotte Lenya vivió un nuevo periodo de esplendor cuando fue redescubierta por Hollywood. Recibió incluso una nominación como mejor actriz de reparto (La Primavera Romana de la Sra. Stone). En el teatro fue parte del elenco de Cabaret de Bob Fosse.
Lotte Lenya murió en Nueva York en 1981.
Deja una respuesta