Llámalo por su nombre: acoso

Surgido del averno
La mayoría de los bichos no son tan evidentes (A.V.D.)

 

28 de Marzo.- Querida Ainara: en una de estas cartas, hablaba de lo que yo llamo „los bichos”. Esto es, los psicópatas que no matan a nadie, que parecen integrados en la sociedad pero que, en realidad, son la parte más destructiva de ella. La mayoría de las personas tratamos con ellos todos los días y, si bien los más perspicaces se dan cuenta de que a “los bichos” les falta algo y son peligrosos, y consiguen alejarse de ellos, hay situaciones, como el entorno laboral o el escolar, que no permiten poner pies en polvorosa. Es ahí donde “el bicho” tiene libertad para ejercer su despiadada labor.

“El bicho” tipo, sin embargo, es muy fácil de reconocer.

A lo largo de mi vida yo he elaborado un sistema que me permite detectarlos (aunque no, desgraciadamente, defenderse de ellos). Suelen ser gente que no tiene empatía, o sea, que son incapaces de ponerse en el lugar de otra persona (condición sine qua non para poder justificar cualquier acto de agresividad psicológica o física, o antisocial), con el ego hipercompensado (o sea, son personas que también son de la opinión de que ellos son lo primero y que, por lo tanto, interpretan cualquier cosa que contradiga sus deseos más nimios como un acto de agresión directa) y, generalmente, y derivado de las dos anteriores, suelen tener una vida afectiva tirando a rara (cuando no inexistente, porque muchos “bichos” son adictos al trabajo). Plantean el mundo en términos de fuerza-debilidad y sus relaciones con los demás tienden a adoptar la forma dominio-sumisión (en donde ellos, naturalmente, siempre quieren estar arriba). El “bicho” tipo, además, suele contar con una aguda inteligencia analítica, y no pequeñas dosis de astucia.

Como te decía, en un entorno laboral, la presencia del “bicho” suele conducir a situaciones de acoso. Lo que en inglés se llama Mobbing.

Yo definiría el acoso como aquella situación en la que un sujeto –“un bicho”, para entendernos- adopta de manera premeditada una serie de estrategias que persiguen a)la aniquilación profesional del objeto del acoso y b)su aniquilación personal (de hecho, b) puede ser perfectamente un procedimiento utilizado para obtener a)).

Quizá una de las cosas más perversas de estos fenómenos de acoso es que la carga de la prueba recae, casi de manera invariable, en la víctima. El acosador se aprovecha de que, en la mayoría de los casos, los jefes o los profesores, sencillamente “no quieren ver” que el acoso se está produciendo. La repugnancia, por un lado, que todos sentimos hacia el conflicto y la confianza, totalmente infundada en este caso, de que la situación de acoso “cesará” en algún momento, hacen que la víctima se halle completamente sola frente a la fiera y no encuentre generalmente un valedor hasta que es demasiado tarde.

“El bicho” se aprovecha asimismo de que, en nuestra sociedad, el “ser fuerte” es un valor bien visto. La víctima de un caso de acoso tiene siempre que cargar con el estigma de ser “débil” y, por lo tanto, “defectuoso”.  Esto es especialmente duro en el caso de nosotros, los hombres, martilleados desde la infancia con la cantinela de que debemos ser de pedernal. “Los hombres no lloran”, “Si te dejas que te hagan eso es que eres tonto”, “ese tipo de personas son así, plántale cara”.

El acosador sabe que nadie le va a plantar cara y que, en la mayoría de los casos, su labor de zapa quedará impune, porque los espectadores del cerco pensarán que, si la persona es acosada será porque, de alguna manera, “se lo merece”. Por no ser suficientemente fuerte y no responder de la misma manera sucia y artera.

Hace años, Ainara, cuando un hombre le pegaba a su mujer, se decía que eran “cosas de parejas” y que “era mejor no meterse”. De la misma manera, cuando ETA asesinaba a una persona (pongamos a un Guardia Civil) la gente decía que claro, pertenecía “a un cuerpo represivo del Estado”. Cuando una mujer era violada, se decía también que “es que iba provocando”.

Pasa igual con el acoso laboral  y escolar. “Son cosas de niños”, “yo no sé por qué te tomas esto tan a pecho”, “no te lo tomes a mal, él/ella es así”.

¿Hasta cuándo seguirá la gente mirando sin ver?

Besos de tu tío.

Comentarios

Una respuesta a «Llámalo por su nombre: acoso»

  1. Avatar de Rafael Barceló Durazo
    Rafael Barceló Durazo

    Muy buen analisis, Paco. Estoy completamente de acuerdo, el acosador vive de las ventajas de que su sutil violencia para algunos es una cosa más bien ambigua. Pero no hay matices para la violencia, hay que enfrentarla, llamarla por su nombre y actuar en consecuencia.
    Un abrazo,
    Rafa Barceló Durazo

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