5 de Junio.- como he dicho muchas veces, una de las nostalgias más austriacas es la de la monarquía. La de una cierta idea de monarquía que flota en el inconsciente colectivo. Por decirlo de alguna manera, a los austriacos, les hablas de los reyes y les viene a la cabeza el de bastos. Con su corona, su manto ribeteado de armiño, su sota por debajo y su caballo guardándole las fronteras de la baraja. Debido a esto, el jubileo de Maribel de Windsor les ha llegado al alma y el modelito bata de boatiné con el que su Graciosa Majestad británica recibió los vítores de sus súbditos ha ocupado no pocas portadas de la prensa seria y de la otra.
Saliéndose de la pompa y el boato, la otra preocupación de los nacionales en estos días es la educación.
Suele ser un tema muy controvertido en EPR (Esta Pequeña República) y si los niños leen o no leen bien, o si están o no a la altura de la media europea de cazurrería es algo que da de comer a una buena cantidad de opinadores y articulistas, a los que la falta de consecuencias apreciables de la crisis que aflige a otros países no les da cada mañana el artículo hecho.
Hoy los papeles vienen impresos con la rueda de prensa que dio ayer la ministra de educación austriaca, Sra. Claudia Schmied, en la que anunció el aplazamiento del que, hasta ayer, parecía ser su proyecto más querido: la llamada Zentralmatura. Una información previa: en Austria, cuando los alumnos de bachillerato terminan sus estudios, no reciben el título hasta haber pasado un examen de estado que se llama Matura (nuestros vecinos alemanes lo llaman Abitur). El examen, a diferencia de la temida selectividad de nuestra adolescencia, es mixto: oral y escrito, para que los examinandos demuestren que su pericia no sólo se limita al campo blanco del papel, sino que también abarca la contestación a unas preguntas que les hace una comisión de señores y señoras ceñudos que el Ministerio de Educación envía al efecto.
Otra cosa más para que mis lectores aprecien la emoción, la intriga y el dolor de barriga con el que los bachilleres austriacos se enfrentan a la temible Matura. Algo que, de ser así en España, provocaría que enfurecidos sindicalistas y no menos enfurecidos alumnos, salieran a la calle equipados con pancartas para defender una educación pública y de calidad o cualquier otra cosa semejante (y loable): el alumno que, después de haber terminado el bachillerato, va, se pone y se enfrenta a la matura (recuerden mis lectores: el ceñudo tribunal) y suspende, no tiene NADA. Cero patatoide. Bueno, sí que tiene algo: la oportunidad de volverse a presentar y que le tiren o le aprueben. Como hubiera dicho la Pantoja: Más nada.
Pues bien: actualmente, no todos los examinandos austriacos se enfrentan a los mismos temas y las preguntas varian de unos institutos (Gymnasium) a otros. La ministra Schmied pretendía implantar un sistema por el cual todos los estudiantes austriacos tuvieran que responder a las mismas cuestiones.
La medida tenía una loable intención y es la de que todos los estudiantes austriacos, cualquiera que sea el medio en el que han nacido, al salir del gymnasium y aprobar su examen correspondiente pudieran acreditar un mismo nivel (o sea: alto). Sin emabrgo, la cándida de la Sra. Schmied luchaba contra una característica arraigadísima de sus connacionales: el clasismo. A los austriacos les encanta meter a cada persona en su cajoncito y aunque, por supuesto, la comisión enviada por el ministerio vela porque se mantenga un cierto mínimo en el nivel de las preguntas de la Matura en cada escuela, no es igual poner en el Curriculum que uno ha aprobado el examen de Matura en el Gymnasium pongamos del distrito 1 de Viena que en el de Kleinerdorf, cerca de la frontera con Eslovaquia.
Aquí, curiosamente, las movilizaciones de estudiantes y profesores han tomado un signo completamente distinto del que hubieran tomado sus equivalentes españoles (y que, me temo,nos ha llevado al zarrapastroso estado en el que se encuentra la educación hispánica). Porque aquí todos asumen –y yo creo que tienen razón- que, para que todos seamos iguales, todos tenemos que ser un poquito peores.
Así las cosas, la frau Schmied dijo ayer que a ella le parecía “un signo de fortaleza” escuchar las críticas y suspender la aplicación de la Matura centralizada hasta el 2015 (momento, qué casualidad, en el que habrá habido elecciones legislativas y es muy probable que el Gobierno entrante tenga otros problemas más urgentes).
Deja una respuesta