21 de Junio.- Cuenta Josep Pla en su descacharrante libro “El Advenimiento de la República”, obra que siempre se lee con placer y que es un ejemplo de escritura amena, irónica e inteligente, la historia de cierto escritor catalán llamado Carulla, autor de una Biblia en verso. El poetastro incluyó en su obra estos ripios que cita Pla:
Nuestro señor Jesucristo
Nació en un pesebre
¡Donde menos se espera,
Salta la liebre!
A pesar de lo atroz de los versos, hay que reconocer que el bueno de Carulla dejó escrita una verdad como un puño.
Di que estaba yo leyendo un artículo del Kurier para ilustrarme (e ilustrar después a mis lectores) cuando he encontrado que el plumillas austriaco, aludía a cierto “Götz-Zitat” (que podría traducirse bastante libremente por “las palabras de Götz”). En el siguiente contexto: el futbolista austriaco Marko Arnautovic (Viena, 1989) que milita actualmente en el Werden Bremen, le habría dedicado estas enigmáticas palabras a un policía de tráfico que había cometido el error de intentar someterle a un control rutinario.
Estaba claro que me faltaba una pieza del rompecabezas. Un policía, un presunto infractor del código de circulación y “las palabras de Götz” (?).
Así pues, me he puesto en contacto con un ciudadano aborígen al que le he preguntado por el significado de la opaca expresión y él me ha contestado sin dudarlo “Leck mich am Arsch” (literalmente, “chúpame el culo” pero pueden mis lectores adaptarlo a la expresión más malsonante que conozcan). Aceptémoslo: no es muy correcto (ni prudente) decírselo a un servidor de la ley.
El aborigen en cuestión me lo ha dicho con tanta seguridad que yo no he tenido más remedio que preguntarle de dónde venía la famosa cita de Götz. Y hete aquí lo que me ha contestado: en el famoso drama de Schiller Guillermo Tell (Wilhelm Tell), en un momento dado, el personaje Götz von Berlichingen le dice esto a otro personaje (de manera, eso sí, mucho más fina e ingeniosa). Y de ahí el eufemismo cuando se quiere decir finamente que alguien ha mandado a otro a tomar por donde amargan algunas cucurbitáceas.
En fin: que el fútbol, al final, es un vehículo de cultura.
El díscolo futbolista, austriaco pero de belicosas raíces serbias, le dijo también al policía que “ganaba tanto dinero que podría comprar su vida –la del policía-“ y que, como le denunciara “se iba a enterar porque él era mucho más que él”. Dejando aparte el alto concepto que el muchacho tiene de sí mismo y de su valía, el que pasa por ser la gran esperanza blanca del fútbol austriaco (dado el tamaño y la importancia del fútbol austriaco dejémoslo en pequeña esperanza gris) ha dado otras veces pruebas de que la boca se le calienta con relativa facilidad. De hecho, una de las razones de que, en este momento, esté jugando en la liga alemana, no es que su depurada técnica con el balón redondo le haya hecho acreedor de las miradas de los cazatalentos austriacos (que también) sino que, durante su paso por la liga nacional, sus compañeros de equipo (Rapid, Austria Wien, etc), básicamente no podían soportarle. El angelito también agredió verbalmente al jugador de color (negro) Ibrahim Kargbo cuando estaba jugando en el Feyenord holandés, profiriendo una andanada de insultos racistas que dieron mucho que hablar en el reino de los Orange.
En fin: conocerlo para amarlo. Aunque, por lo menos, me ha servido de excusa para hablar de Schiller.
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