26 de Junio.- Uno de los efectos indirectos que tuvo la muerte por estampanamiento contra un muro de hormigón del líder ultraderechista (nacional-populista) Jörg Haider, fue el desinflamiento progresivo del partido que creó cuando decidió desligarse de los neofascistas austriacos de toda la vida: el BZÖ, siglas alemanas de la Alianza por el Futuro de Austria.
Muerto el Gran Timonel, del que, en vida, todos esperaban sacar alguna tajada a través de la extensa red clientelar que se había ido tejiendo en torno al carisma de Haider, los mochuelos más listos –y alguno que otro más bien tontaina- decidieron buscar otros pagos en los que a) seguir amorrados a las ubérrimas tetas de los Presupuestos Oficiales y b) huir de la acción punitiva de una justicia que, demasiado lentamente para el gusto de casi todo el mundo, empezaba destapar los diferentes escándalos de corrupción –basados sobre todo en el modelo del timo piramidal- que se habían producido en Carintia hasta el año 2009 más o menos. Unos escándalos cuya etapa más feraz se produjo durante el periodo en el que el FPÖ de Haider y el Partido Popular Austriaco (ÖVP) se coaligaron, en el Gobierno Nacional, en un pacto que fue la vergüenza de Europa entera.
Cuando se fue pasando el luto del difunto, los diputados del parlamento nacional adscritos al BZÖ empezaron a pasarse al partido de Strache. A regresar, como si dijéramos, al redil de sus orígenes. Esta huida que, al cabo de los años, ha reducido al BZÖ a una presencia meramente testimonial en la vida política austriaca –apenas el pase de modelos diario que Stefan Petzner protagoniza en la comisión anticorrupción del parlamento– tuvo otro efecto colateral: dado que la asignación que el Estado Austriaco da a los partidos con representación parlamentaria se calcula anualmente sobre el número de diputados que tiene cada fuerza, el FPÖ ha conseguido elevar considerablemente sus ingresos y así, de vez en cuando, los resignados ciudadanos que no pertenecemos al treinta por ciento de votantes de la ultraderecha, recibimos en nuestro domicilio unas hojas de propaganda que no tienen nada que envidiar, ni en complejidad intelectual ni en presupuestos éticos (ambos bajo mínimos) al material que se confeccionaba en los años treinta bajo el mando de Goebels.
Uno de los componentes del fugitivo bando haiderista que se ha integrado en el FPÖ para poder seguir a flote, es el presidente actual del Land de Carintia, Sr. Uwe Scheuch. Después de un tiempo sin saber de él, Scheuch ha reaparecido para enfrentarse a un juicio cuyo fiscal pide para él una pena de hasta cinco años de prisión. Se acusa al Sr. Scheuch de haber ofrecido a un magnate ruso la nacionalidad austriaca –que él, de todas maneras, no podía otorgar, y ese es el punto fuerte de su defensa- en 2009, a cambio de que el Mister Marshall de las estepas inyectase en las anémicas arcas del Land de Carintia una jugosa cantidad de dinero. Como se esperaba, el Sr. Scheuch se ha declarado “No culpable” ante el tribunal (“inocencia” y “no culpa” no son lo mismo en el lenguaje judicial). Si la sentencia se hace firme, sería la primera vez que un presidente de un land austriaco es condenado por la justicia.
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