Carmen al relentito

Flamenco
Ayer en Sankt Margarethen A.V.D.)

11 de Agosto.- Una de las cosas que más me fascinan de los austriacos es su capacidad de añadir valor a los sitios.

Me explico: tome usted una ciénaga infestada de mosquitos pero frontera a un paraje natural vistoso, meta un par de excavadoras, drene el sitio, instale un escenario y gradas capaces para unos cuantos miles de personas y pumba: el festival anual de Mörbisch: una máquina de hacer dinero no sólo para la localidad de Mörbisch misma, sino también para toda la región.

Del mismo modo: tome usted una antigua cantera romana. Un paraje hermoso por lo agreste, irregular y a cielo abierto, encárguele a un arquitecto que lo adecente de manera moderna, instalando, por ejemplo, plataformas a varios niveles, y espacios para establecimientos hosteleros, equipe usted el conjunto con un escenario y luego elija entre las obras más digeribles del repertorio operístico universal y ¡Voilá! Tiene usted las representaciones de la cantera de Sankt Margarethen.

Lo anterior no tiene nada de extraordinario por sí mismo, porque en la España de las autonomías también tiene su festival cualquier Valdeajosporros de Arriba, sino por la capacidad austriaca de acompañar este tipo de cosas con detalles que enriquecen el conjunto y lo hacen agradable (a la par que permite a los organizadores subir el precio de las entradas y que uno pague ese precio con mucho gusto).

Yo estuve ayer en la cantera romana que digo viendo Carmen, de Bizet. Una de mis óperas favoritas, por cierto, porque me recuerda mis tiempos de estudiante ¡Cuántas horas he pasado yo peleándome con la estadística y la contabilidad acompañado por la voz de María Callas! Me sé el texto del primer acto prácticamente de memoria y creo que es el más redondo (quizá junto con el de Turandot) del repertorio universal. Porque en él se aúnan lo musical y lo teatral con una eficacia poco frecuente. Pues bien: antes de la representación y durante la pausa, hubo un cuadro flamencopueden ver mis lectores los vídeos de su actuación– y la comida que acompañaba los vinos tenía pretensiones de españolidad (había una interpretación centroeuropea de los sandwiches de chorizo que era muy comestible).

La ópera, por lo demás, fue de una calidad más que aceptable.

Como suele suceder en estas cosas, es cierto, más que en la calidad musical, la producción echó el resto en lo que podríamos llamar “detalles Jose Luis Moreno”. Caballos, coches, camiones (la cosa estaba ambientada en la Guerra Civil nuestra) y muchos extras (yo conté aproximadamente ciento veinte en el escenario, una pequeña multitud). También hubo fuego, mucho fuego –por el tema de lo caliente que es Carmen, y por extensión lo calientes que somos los españoles en la imaginación centroeuropea- e incluso, sevillanas que iban a ver torear a Escamillo con la teja calada y en bata de cola (y no decían “arsa” y “ mi arma” porque el público de Sankt Margarethen no lo hubiera pillado, pero si no, también). Todo muy andaluz.

Musicalmente: Carmen era una cantante italiana que salvaba el tema de calentar al brigadier navarro Don José a base de escotazo, pero en el momento de bailar flamenco en plan insinuante daba risilla (la pobre) parecía que estaba aflojando bombillas. De voz, bien, pero como actriz, más bien fría (que no fresca, que hubiera sido lo suyo). La cantante que hizo de Micaela, muy bien; claro que el papel es un dulce. Don José, el brigadier navarro que termina matando a la cigarrera sevillana, fue el mejor, y en el final de la obra se lució por todo lo alto–lástima que tuviera que fingir que estaba enamoradito hasta las cachas de una pescadilla, pero oye: todo por la patria-. En cuanto a Escamillo, también muy bien. Algo alto para torero, pero esto es la ópera: no siempre el físico acompaña.

En resumen: tres horas muy ricas en un marco burguenlandés incomparable.

Comentarios

Una respuesta a «Carmen al relentito»

  1. Avatar de Isabel
    Isabel

    Cariño que bonito el video, un beso

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