3 de Septiembre.- El cantante británico de raíces griegas Jorge Miguel, intérprete de coplas tan pegadizas como “Quiero tu sexo” (I want your sex), “Fe” (Faith) o “Las últimas navidades” (Last Christmas, de audición ineludible en Austria durante las pascuas) tiene con Viena una relación estrecha, ya que se puede decir que volvió a nacer en esta ciudad.
Como mis lectores recordarán, el año pasado, durante una gira que le trajo a la vera del Danubio, nuestro prognático amigo empezó a sentirse mal dos horas antes de un concierto el cual, al final, tuvo que suspenderse.
Una grave afección pulmonar, causada por el abuso prolongado de la nicotina, tuvo al pobre Jorge Miguel en coma durante largos días y, de no haber sido por los doctores aborígenes que le trataron, Jorge Miguel hubiera tardado dos telediarios en reunirse con su paisana y colega de oficio, la malograda cupletista Amalita Vinatería, fallecida poco antes como consecuencia de su excesiva intimidad con los estupefacientes.
En rueda de prensa convocada tras su curación –que el cantante sintió como un renacimiento- Jorge Miguel expresó dos firmes propósitos: por un lado, dejar de fumar para siempre jamás. Por otro, compensar a los doctores y al personal del Hospital General de Viena con una muestra de lo que mejor sabe hacer. Viniendo de quien venía, esta afirmación seguramente hizo que algún doctor estrecho de miras se echase mano a las partes, porque en el historial del bardo reza su pericia para tocar la flauta de bartolo en los retretes públicos de su ciudad de residencia. No iban por ahí los tiros, sin embargo y, en pago de su habilidad médica, Jorge Miguel deleitará a los arcángeles de la medicina que casi le tienen que resucitar de entre los difuntos con dos conciertos, a celebrarse mañana y pasado. Recitales a los que, por supuesto, los galenos, las enfermeras y los seguratas que velaron su sueño en el hospital podrán entrar por la patilla.
La primera promesa, sin embargo, la de abandonar el pernicioso hábito de tabaquismo, no la cumplió Jorge Miguel. Poco después de posar, si no rozagante, sí más recuperado, ante los fotógrafos, otros profesionales del objetivo, esta vez los del Österreich (gran periódico) cazaron a Jorge Miguel dando caladas a bordo de un yate en compañía del novio que, durante la enfermedad del cantor, no se había separado de la cabecera de su lecho. El Österreich, tras publicar las instantáneas de Jorge Miguel amorrado a un pitillo, le afeaba el haber montado el numerito en Viena a costa del parné del contribuyente austriaco, para luego volver a ponerse en trance de volver a tropezar en la misma piedra.
Asimismo, el rotativo viení le afeaba al novio del cantante (un barbero de postín especializado en tonadilleras y damas de la alta sociedad británicas) que no hiciera valer su privilegiada relación con el artista, y no le quitase de fumar, cuidando así de su salud bronquial. Tras llamarle “Lover”, el Österreich, en su afán indesmayable de ilustrar al pueblo austriaco, mencionaba que el muchacho, antes de acicalar los rizos de las famosas de la tierra de Maribel de Windsor, había tenido un pasado en la industria del porno (quien esté libre de pasado que tire la primera piedra) viniendo a insinuar que era probable que Jorge Miguel apareciera en las fotos tan relajado y feliz no solo por el cigarro que se estaba fumando, sino por el puro que estaba esperando fumarse después.
Los periodistas, señoras y señores, con tal de fastidiar no saben qué decir. Son como hienas.
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