El coste rondará los noventa millones de euros, pero se espera un incremento de visitantes del veinte por ciento. Y, eso sí, si vienes a Viena con niños, es tu plan ideal.
7 de Octubre.- Una de las cosas que más se agradecen en Viena en días como hoy, lluviosos y eso, son los dos museos gemelos que forman los dos lados de la Maria-Theresien-Platz.
Mirando desde el antiguo palacio real, el de la izquierda es el museo de pinturas, Museo de Historia del Arte (Kunsthistorisches Museum) y el de la derecha es el Museo de Historia Natural (Naturhistorisches Museum) que abarca, no sólo las aparentemente infinitas antiguas colecciones reales de bichos disecados, esqueletos, conchas y plantas de todo tipo, sino también una parte de lo que, en España, estamos acostumbrados a ver en una de las joyas más desconocidas de Madrid: el Museo Arqueológico Nacional.
El Museo de Historia Natural, sobre todo, es el plan ideal para ir con niños. Para los mayores, es inevitable sentirse empequeñecido por la augusta arquitectura de los edificios inaugurados por el Emperador Paco Pepe en 1889, disfrutar con el lujo genuinamente belle époque de las vitrinas y con la encantadora ingenuidad de las pinturas decimonónicas que adornan las salas, con su perfume inconfundible a edición antigua de novela de Julio Verne. Los niños flipan con los dinosaurios que se mueven o tocando las cosas en las que pone “esto está puesto aqui para tocar”, mirando por los microscopios o viendo fotografías estereoscópicas.
En el futuro, el placer de visitar estos dos museos puede verse amplificado. Según informa la edición digital del Standard, las dos instituciones han revitalizado estos últimos días un viejo plan, basado en un estudio encargado hace veinte años, para construir todo un complejo subterráneo bajo la estatua de la oronda y orgullosa emperatriz Maria Theresia.
Desde la época de su inauguración, particularmente en los últimos cincuenta años, las necesidades de los museos y las expectativas de los visitantes han cambiado muchísimo. Mediante el nuevo complejo subterráneo, por ejemplo, cada museo ganaría 1200 metros cuadrados para exposiciones temporales y encontraría desahogo para cafeterías, salas de conferencias, tiendas de chucherías y demás cachivaches que hacen felices a los turistas. Con el espacio así ganado en los edificios ya existentes, se podrían exponer piezas que ahora se guardan en los almacenes porque no hay un sitio adecuado para ponerlas como por ejemplo, el valioso tesoro de Ephesos.
El coste de la broma rondaría los noventa millones de euros, pero los directores de los museos gemelos, principales impulsores de la reforma, se muestran entusiasmados por proyectar a las instituciones de las que están al frente a la primera división de los museos mundiales.
Se confía también en que, el millón y medio anual que rondarían los costes de mantenimiento de las nuevas infraestructuras se sufragarían con el incremento de visitantes previsible (de alrededor de un veinte por ciento anual).
Quién sabe cuántas mañanas dominicales de otoño apañarán a padres en apuros a partir de entonces.
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