Al viajero habitual de nuestros días, suelen pasársele por alto los vestigios que quedan en Viena de la otrora riquísima relación entre las cortes de Viena y de Madrid. En el siguiente artículo, Luis hace un interesantísimo recorrido por las más importantes. Si vives en Viena, una excusa para visitar lugares con encanto de tu ciudad . Si visitas la capital de Austria, una ocasión para para hacer turismo por lugares alejados del circuito habitual
14 de Octubre.- El viajero español habitual suele pasar en la bella capital del Danubio los pocos días que la agencia de viajes de turno le depara de acuerdo con el proyectado “triángulo imperial” de Praga-Viena-Budapest.
Siguiendo el habitual circuito turístico, visitará en la otrora sede de la corte de Francisco José y Sisí cuantos monumentos y museos de rigor le permita ese breve espacio de tiempo. Sin embargo, sucede muy a menudo que ante el ojo del visitante nacional pasa desapercibido el común y dilatado pasado del que participaron España y Austria –desde los siglos XVI al XVIII– en el marco de las relaciones dinásticas entre las dos ramas de la mundialmente poderosa “Casa de Austria”. Un pasado que toma cuerpo en numerosas huellas rastreables en documentos, blasones o incluso edificaciones. Pero no nos engañemos: es cierto que, desde entonces, más de tres siglos nos contemplan y, hoy por hoy, al hilo de los avatares destructivos promovidos por los sucesivos estilos arquitectónicos, muy difícilmente se revelan al ojo del turista corriente los restos materiales que generaron las relaciones entre ambos países.
Durante la Edad Moderna, el peso de la política exterior de los Austrias españoles imprimió en la ciudad su huella en forma de “fundaciones”. Pero no nos referimos aquí a establecimientos como la Escuela de Equitación Española (Spanische Hofreitschule), que además no se trata de una creación inspirada por sujetos hispanos. Hablamos más bien de fundaciones sobre todo de índole religiosa: éstas habían llegado a Viena en respuesta a la llamada de la Contrarreforma, con el objetivo de erradicar en forma de refuerzo clerical la “herejía” protestante, pues ésta, al igual que en media Europa, había arraigado a mediados del siglo XVI en las tierras centroeuropeas de los Habsburgo siguiendo las prédicas de Lutero. Por aquella época, el emperador del Sacro Imperio, entre cuyas tierras patrimoniales figuraban los archiducados austriacos, se hallaba en su corte al modo de un islote católico inmerso en un mar protestante. Desde el primer momento, la solidaridad de la rama española de la dinastía sirvió como “sostén” religioso para la restauración del catolicismo en Austria. Madrid, tanto como Roma y el emperador, creía que no había tiempo que perder y en seguida se decidió a colaborar en el envío de tantos eclesiásticos como fuera posible.
Dentro de este esfuerzo recatolizador, varias fueron las órdenes que, al mando de clérigos hispanos, levantaron y ocuparon en Viena monasterios desde los que predicar al pueblo llano y a la nobleza. Tenemos noticia de la dinámica actividad de religiosos peninsulares jesuitas, dominicos, carmelitas, mercedarios, hospitalarios de San Juan de Dios, trinitarios e incluso benedictinos de Montserrat. De estos dos últimos, se erigieron dos importantes monasterios cuyo rastro aún perdura en la fisionomía actual de la ciudad. En el caso de la fundación inspirada en la venerada abadía catalana, conocemos abundantes detalles: la construcción, iniciada en 1632, había sufrido un leve retraso al haberse proyectado cerca de las murallas –a 200 pasos de la Puerta de Schottentor–, ya que podía ser empleada por el enemigo ante un posible asedio. El prior español, tras convencer al emperador Fernando II y habiendo obtenido el respaldo de su heredero, el futuro Fernando III –casado con la infanta María, hermana de Felipe IV–, logró proseguir la edificación proclamando, no sin cierta sorna, que “más fiava para defensa de la ciudad en el templo de la Virgen, que en la fortaleza de las murallas”. Como cabría esperar, entre los benefactores del monasterio benedictino figuraban los propios embajadores de España, pero también las damas que componían el séquito hispano de la infanta María; estas devotas sirvientas no dudaron en donar varios ornamentos y joyas con los que engalanar la imagen de la Virgen, que había sido realizada por el polifacético prior a imagen y semejanza de la catalana. El emplazamiento de la robusta fábrica, que se hallaba en un área despejada extramuros, ofrecía por entonces “admirables vistas”, ya que “señorea casi la ciudad toda” –algo inimaginable hoy día debido al hacinamiento del espacio urbano. A pesar de su prometedor futuro, el devenir de los tiempos no impidió su derribo cincuenta años después a causa de la proximidad de los turcos en lo que sería el célebre asedio de 1683. De la construcción posterior, tan sólo sobrevivió tras su secularización la portada de la iglesia conventual, que se sitúa en la calle de la Schwarzspanierstraße o “de los españoles negros”, como se conocía a dichos monjes por su oscuro hábito frente al blanco de los trinitarios o Weißspanier.
De esta otra orden, por lo contrario, sobrevivió una parte mayor de su legado al conservarse la iglesia del monasterio –de 1688– o Alserkirche. Del recuerdo de aquella época se conserva en un nicho lateral el busto de una Mater Dolorosa modelada por el granadino Pedro de Mena y Medrano (1628-1688) y traída por los monjes desde la Península. Pero el interés para el visitante español no termina ahí: aún se pueden observar en el columbario de la cripta las lápidas de varios “austracistas” peninsulares –seguidores del archiduque Carlos tras su derrota en la Guerra de Sucesión Española (1701-1715) contra el borbón Felipe V. Otra fundación, si bien no levantada a instancias de súbditos hispanos pero similar a una institución creada por los Austrias españoles, fue el desaparecido Königinkloster o “monasterio de las reinas”, del cual se conserva sólo la pequeña iglesia conventual, hoy en manos de la comunidad evangélica vienesa tras su desamortización en el siglo XVIII. Dicho convento había sido fundado en 1580 por una hija de la devota emperatriz María –hermana de Felipe II– inspirada por el ilustre y exclusivo convento de las Descalzas en Madrid, lugar escogido por varias damas de la realeza para su retiro espiritual.
Pero no todo fue “salvar almas” en Viena. También hubo dedicación a la “salvación corporal”, tal y como lo atestigua la creación de diversos hospitales bajo los auspicios de caballeros españoles. El Kaiserspital u “Hospital imperial de la Santa Misericordia”, fue proyectado en 1537 por el preceptor de corte y benefactor Diego de Serava, llegado a Austria con el cortejo del emperador Fernando I –hermano de Carlos V.
Serava, que había dispuesto tales instalaciones para acoger tanto a pobres como a peregrinos, contribuyó con su fundación a difundir en los hospitales de la corte danubiana el concepto de “caritas” tan presente en tierras ibéricas. El hospital, que se hallaba adyacente a la central iglesia de la Minoritenkirche, no dejó rastro alguno puesto que fue derruido tras varias transformaciones en 1903. Gracias también a la acción de los austracistas exiliados en Viena, al norte de la ciudad se erigió en 1717, a cargo de los mercedarios, un “Hospital de los españoles” para atender a enfermos provenientes de la Monarquía Hispánica, que tan faltos se hallaban de sustento tras verse forzados al exilio. Al igual que sucedió con otras fundaciones, del complejo original tan sólo se conserva la iglesia barroca, que actualmente se halla integrada en un seminario para sacerdotes. Así y con todo, en el centro del altar puede aún admirarse el llamativo escudo de la orden barcelonesa. Sin duda, uno más de los tantos recuerdos de las relaciones hispano-austriacas que celosamente atesora la capital austriaca.
Nota: El desacralizado frontispicio de la antaño iglesia conventual de los “españoles negros” se encuentra en el número 13 de la Schwarzspanierstraße. Sí se puede visitar en cambio el interior de la iglesia trinitaria de la Alserkirche –situada junto al campus universitario en la Alser Straße núm. 17–, al igual que el de la iglesia reformada del antiguo Königinkloster en el actual tempo luterano de la Dorotheersgasse en el número 18. No es posible, por lo contrario, acceder al interior de la iglesia del Spanisches Spital, ya que forma parte del seminario sacerdotal, aunque se puede observar su fachada en la Boltzmanngasse número 9, adyacente a la embajada estadounidense.
Luis es historiador, vive y trabaja en Viena y en la actualidad investiga las relaciones entre la corte madrileña y la vienesa durante el siglo XVII.
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